La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

30 agosto 2010

Un parpadeo de nubes
una ráfaga de arena.
Silbido en el cañadón
y la noche que vuelve,
la noche que no acaba.
Oscurecen mis sueños;
a veces, el aire es denso
y mis labios se secan.
¿Será noche
cuando te vea?
Una procesión, lenta,
atraviesa el silencio.
¿Cómo era tu sonrisa
en la tarde de ese día?
El sabor del vino
y las luces entre el fuego.
La piedra llora.
Yo,
ya no puedo.

Un soplo
agita el desierto
Ella es
una sombra fugaz,
una ilusión que apenas camina,
ya no llora
El rastro es leve
la arena inmutable.
Un llanto.
La vida se niega a partir
completamente.
Ella calla,
ya no sueña.
El niño duerme.
Pecho manantial,
humilde santa,
pagana,
hereje,
rebelde.
Te cierran las puertas
las iglesias.
No las necesitás,
no calmaron tu sed
ni la nuestra
tantas veces.

Hoy es nuestro día, Rocío, hoy es nuestro,
arreglate la pollerita, Rocío,
te queda tan bien ese verde brillante,
y tus botas tan altas, tené cuidado, no tropieces,
cuando empiece la música, acordate de mirarme
mirame fijo, entre el tatuaje y mi hombro izquierdo
la mariposa azul con el nombre
de la ingrata que me olvidó
perdoname Rocío me distraigo
qué lindo el maquillaje de tus ojos
parecen mariposas tus ojos
entre la purpurina y tus pestañas
qué pestañas Rocío, tus pestañas.
Empieza la música Rocío
no te olvidés de mirarme
dejate llevar, mirame,
giro, salto, giro, sonrisa
una nube verde es tu pollera
hay estrellas centelleando en tu mirada
confiá en mí, saltá,
aquí están mis brazos para cuidarte
no tiembles, no trastabilles, no te equivoques
acá estoy, Rocío, para abrazarte.

22 agosto 2010

Zumban las abejas en el monte, como zumbaron las balas al matarte.
Pero vos, gaucho libre, burlaste todas las muertes.
No se hicieron para vos las leyes ni la cárcel, las órdenes ni la humillación.
Como la lluvia, como el trueno, como el viento.
Estás en todas partes, cada día.
Rojo sangre, rojo fuego, calor del alma, voz que no calla ante el dolor.
No hay recintos sagrados, el campo todo es tu iglesia, sin jerarcas ni traidores.
Piel oscura, manos fuertes, son de guitarra.

Sol encendido, silencio en los campos.
Y vos con nosotros, gaucho libre, burlando tu propia muerte.

Inerme ante la hoja en blanco, poesía,
lucho contra todos los demonios por buscarte,
por si quisieras aún volver a amarme.
Es la tarde, brilla el sol, suena el viento,
las palabras se esconden tras las formas
las frases se estiran como lianas
y no encuentro la manera de abrazarte.
Como si de algún modo extraño, poesía,
te empeñaras en colmar mi soledad
como si fueses ángel de exterminio
castigando mis manos por mentir
quitándome las letras y las pausas
el silencio y los sonidos.
Y te ocultas y rehúyes, poesía,
y no estando tú es la noche
no estando tú, cae la muerte.
No vuelven las oscuras golondrinas,
callas, estás como ausente,
se retuerce mi espíritu de mil formas,
el papel en blanco, la pluma quieta,
un universo entre mi mano y tu presencia
transitando calles paralelas
ideas que no trocan en palabras.
Es la noche, estoy exhausta, poesía,
¿será esta mi manera de nombrarte?

No, no me joda, para mí no son las mujeres. Mire usté, yo así, estando solo hago lo que quiero y la plata me alcanza, hasta me pude comprar la moto. No me diga que se vive mejor si uno tiene mujer en las casa, a mí me parece que me va'cansar siempre la misma. Y va querer que esté temprano y a mí me gusta andar despacio pa' volver a la noche. Usté vio, yo vengo cuando me llama, lo ayudo, si terminamos me voy y si no me quedo acá y seguimos después. No, mire usté, las mujeres son jodidas, usté se hace el patrón pero doña Norma le pega un grito o lo mira fiero y usté bien que le hace caso. Y usté no puede volver tarde, la otra noche casi le dan un escobazo, y eso que vino mansito.
Yo soy güeno, pero si me tomo unos vinos me pongo corajudo, dicen, y no me gusta que me manden. Mire si por tener mujer después me meten preso, ahí sí que me voy a acordar de usté, preparesé pa' cuando salga, que vengo y lo acuchillo, ni falta me va'cer traer cuchillo, acá siempre hay unos cuantos y bien afilados. No se asuste, es nada más pa'que sepa que no me gusta que me encierren, soy arisco pa'la cincha, igual que el tordillo. Usté sabe, si me llevan por las buenas soy manso, pero si me apuran dentro a corcoviar.
¿Y cómo era que le estoy diciendo esto? Ah, porque usté y doña Norma quieren que me busque una mujer, me quieren disgraciar.
No, don, no me venga con esas. A las mujeres cuando viven con uno hay que darles de comer y por ahí tienen hijos, dejemé solo nomás, que pa'los pobres las mujeres son un estorbo.

21 agosto 2010

Quizá no debí haber dicho que sí. Siempre queda la posibilidad de crear una razón creíble: una enfermedad súbita, un compromiso previo e impostergable, un olvido imposible de creer. Pero ya dije que sí, estoy en viaje y el viaje parece no tener fin. Si al menos pudiera dormir, pero el chico del asiento de atrás sólo deja de patearme los riñones en el momento en que me aplasta el pelo en el borde del asiento, mientras le grita algo a la que debe ser su abuela. No es que la señora sea tan vieja, ahora hay abuelas jóvenes, sino por la paciencia que le tiene. Hasta ahora, no le ha dicho en ningún momento que se quede quieto y ya van tres horas de viaje. Qué me esperará cuando llegue, hace tanto que no vuelvo, creo que la última vez fue hace 20 años.
Habrá crecido el pueblo, debí haberle pedido más informacion al cura para no quedar tan descolocado. Tendré que andar con cautela antes de preguntar por alguien, en estos años habrá habido varias muertes y divorcios, que son la principal causa de los momentos incómodos en estas reuniones, que se programan como el gran reencuentro y a veces terminan siendo un bodrio insoportable. Si pudiera al menos descansar un rato tal vez llenaría algunos baches en mi memoria. Siempre me ha costado acordarme de los nombres, incluso de personas con quienes tengo trato cotidiano, no quiero pensar cuando tenga que saludar a alguien que me esté diciendo cuánto se alegra de verme, me diga hasta el sobrenombre que me daba mi abuela a los cinco años y yo no logre recordar de quién se trata, para contraatacar con alguna referencia válida.
Ahora parece que la bestia se ha tranquilizado, trataré de hacer el inventario: seguro que el primero que me encuentro es el cura, lo cual es lógico ya que la convocatoria es para conmemorar la construcción de la capilla en el terreno que donó mi bisabuelo.
Espero haber traído la tarjeta de invitación, creo que la firma el reverendo. De todos modos, ahí puedo zafar, a todos se les dice Padre y la mayoría son Antonios, si no le acierto será lo bastante diplomático para hacer como que no escuchó. Un poco más problemático será el intendente, ese iba a la escuela en la misma época que yo. Era un gordito cachetes colorados, me acuerdo el lugar que estaba en la formación. En invierno usaba una bufanda verde, el guardapolvos le quedaba largo y tenía una Topper celestes que a mí me hubiera gustado tener. Me parece que vivía frente a la plaza, sí, el padre tenía la zapatería, ahora me acuerdo, el apellido era Yáñez. Y bueno, me haré el protocolar y le diré señor Yáñez. Con este zafaría, pero quedan las maestras. Si es la fiesta de la iglesia, seguro que estará todo el plantel actual y anterior de La Merced. Para colmo, las maestras cuando se van poniendo viejas parece que se les acentúa la memoria y se acuerdan de los nombres, apellidos, apodos, lugar en que se sentaban y hasta las notas de matemáticas de cada uno de los ochocientos alumnos que han pasado bajo su cuidado y atención. Para mí que empiezan a inventar, no puedo creer que se acuerden de tantas caras y nombres.
¿A quién se le habrá ocurrido que mi presencia es indispensable? Mis amigos de aquella época no eran de preocuparse por este tipo de actos, eran un poco reos, pasábamos más tiempo en el billar que en la iglesia.
Y yo cómo caí con esta invitación, me dejé llevar por el "Estimado y querido hijo de la ciudad de San Jorge", quién habrá sido el cretino que las diseñó. Me dijeron que eran cinco horas de viaje, ya deberíamos llegar.
Ya no tengo dudas, va a ser un día endemoniadamente largo...

02 agosto 2010

La estoy extrañando a la Marta. No sé qué pudo haber pasado. Yo no me di cuenta que estaba pasando algo, te juro, todavía no lo puedo entender. Vos nos conocés desde siempre, a mí y a la Marta, desde que éramos chicos. Y así, de golpe, se le da por dejarme. Vos sabés cómo soy, laburo todo el día con la cosecha o con los animales. Los bichos dan mucho trabajo, viste, cuando no se enfermó un ternero, es una vaca que no puede parir o un chancho que se escapó del chiquero,¿te acordás la noche que tuviste que venir a ayudarme con esa chancha que se volvió loca y estaba matando todos los lechones? No sé qué pudo haber sido, pero yo no podía atajarla y el Juancito estaba en la casa de la novia, yo estaba solo. Suerte que ahora tenemos teléfonos y nos comunicamos fácil, los vecinos parece que están más cerca. Bueno, alguna ventaja tienen, pero también sirven para que pasen cosas que los viejos ni se imaginaron. Mirá vos, la Marta, se le ocurre dejarme, si yo siempre estuve trabajando para ella y los chicos. Los chicos, todavía digo chicos y ya me han hecho abuelo, siete años tiene el más grande de la Lucy. Qué lindo que es , le gusta el campo, le gustaba quedarse con nosotros, pero ahora quién sabe si la Lucy lo va a dejar, ahora que la Mirta se fue. Que lo parió che, ni nietos me van a quedar. Y el trabajo ahora no es como antes, te acordás cuando sembrábamos maíz, no hace más de diez años: arar, rastrear, sembrar, rastrear, estaba arriba del tractor todo el día y aún así el tiempo no me alcanzaba. Y si sembraba girasol, a sufrir rogando que la isoca no lo arruinara, era caro fumigar. Y la piedra, que se llevaba la cosecha en un rato. Ahora estaba un poco más tranquilo desde que alquilé una parte del campo, los sojeros pagan bien y cumplen. Pero claro, vino gente nueva y me parece que eso la encandiló un poco a la Marta. Esas camionetas nuevas con aire, con los vidrios que se levantan solos, con una suspensión que parece que andás en la ruta aunque vayas por un camino de tierra, eso la debe haber confundido un poco a la Marta. Para colmo, venía a cada rato el chaqueño, parecía solitario, decía que extrañaba la familia, que la comida casera es otra cosa, que los viajes lo asustaban un poco y lo cansaban mucho.
Y yo, todo el día atrás de los chanchos, que la ración, las vacunas, separar una chancha en celo, no me daba cuenta de lo que estaba pasando. Algo sospeché, me parecía raro que la Marta estaba usando ropa nueva, pero pensé que se lo merecía, teníamos un poco más para gastar, está bien que se diera algún gusto, ella sabía usar vestidos lindos cuando éramos novios, me acuerdo en los bailes del club, todos la miraban cuando iba con ese vestido cortito, me envidiaban los vagos, pero ella sólo tenía ojos para mí, se vestía y se pintaba como a mí me gustaba. Era linda la Marta, después no sé si cambió o yo no tuve tiempo para mirarla, pero hace unos meses me pareció verla como antes. Creí que era por mí, pero ahora me doy cuenta que ese día había estado el chaqueño.
Lo que son las cosas, yo le alquilé el campo y él se llevó mi mujer.