La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

27 abril 2007

Vivir con mis propios errores ya me cuesta demasiado trabajo...

Con las palabras todo cuidado es poco, mudan de opinión como las personas.

Las palabras son rótulos que se adhieren a las cosas, no son las cosas, nunca sabrás cómo son las cosas, ni siquiera qué nombres son en realidad los suyos, porque los nombres que les das no son nada más que eso, el nombre que le has dado.

...el cielo, o el espacio sideral, si preferimos darle un nombre poético a la convulsa realidad del universo en el que somos un hilo de mierda a punto de disolverse.

José Saramago (2005), Las intermitencias de la muerte, Alfaguara, Buenos Aires.

26 abril 2007

Volvió la tristeza, la tristeza sola, sin lágrimas, sin causa.
Pasar un día que se encadena al anterior y al siguiente unidos por lazos de hastío.
Pasar el tiempo, a través del tiempo pegajoso y gris.
Poner la fachada de normal para evitar preguntas no deseadas, preguntas sobrantes, absurdas.
Poner la cara neutra, que no se enteren los otros que por dentro hay oscuridad.
Acurrucarme en la cama, volver a la posición fetal que a veces calma.
Dormir en sobresaltos, imaginando monstruos en la sombra, tras de los muebles, bajo la mesa.
La tristeza ha regresado con malas intenciones, con ganas de quedarse...


17 abril 2007

Odio no encontrar las palabras para llegar a tu silencio
Odio tener un idioma que no va más allá de mi experiencia
Odio no poder inventar un bálsamo para tu angustia
Odio el cristal que nos permite vernos pero no oírnos
Odio que mis palabras sean tan pobres
Odio no poder llegar a tu abismo
Odio mis palabras y mis silencios

13 abril 2007

Han sido días de dientes apretados.
He visto morir nuevamente, en cientos de muertes repetidas, a Carlos Fuentealba.
La primera fue gloriosa, honorable, casi envidiable: por lo que uno lucha, en el campo de la lucha.
Las siguientes fueron atroces.
En cada homenaje que le hicieron los traidores, los cobardes que nunca pudieron pensar por sí mismos. Los que se arrodillan ante el poder, sea quien sea el que lo detenta.
Unos días después, murió nuevamente Dante Bodo.
Había muchos puntos de contacto entre el docente y el abogado, caídos con 31 años de diferencia.
Los dos murieron por disparos en sus espaldas, uno por granada, el otro cayó bajo el FAL.
Uno la policía, otro la Aeronáutica. A ambos los marcó el poder político, ambos molestaban.
A Dante lo volvieron a matar el miércoles, frente a su casa.
"Acto recordatorio y de homenaje". Estaban los amigos viejos, algunos luchadores de hoy y los miserables de siempre. Algunos que hoy lo volverían a delatar, algunos que hoy mirarían hacia otro lado si se lo cruzaran por la calle.
Los candidatos, ahora inclaudicables defensores de los derechos humanos.
Derechos humanos de hace 30 años, los de hoy son un tanto más peligrosos.
El martes, frente a esa cosa que se llama Justicia. Declaración testimonial.
Una declaración cuyo destino incierto va de la mano de un pusilánime.
¿Cómo no decir la verdad sin tener que mentir?
Ética de la convicción frente a la ética de la responsabilidad.
Es difícil callar sin sentirse cobarde, separar el sentimiento del raciocinio.
Me duele la mandíbula de tanto apretar los dientes...

(...) tres furias mudas, el delirio, la noche y la muerte revoloteando por encima del espíritu adormecido.

Víctor Hugo