La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

21 agosto 2008

Parte Comisaría XI

En el transcurso de la tarde de la presente jornada, siendo aproximadamente las 17:25:32, mientras se desplazaba por Avenida Mitre en sentido Sur- Norte, en un vehículo ciclomotor de 50 cc de cilindrada, un sujeto masculino sufrió un choque en la parte posterior del rodado antes mencionado, lo que produjo su caída sobre la carpeta asfáltica.
El vehículo que provocó el impacto, un Chevrolet modelo Astra chapa patente nº EPA 272, era conducido por un masculino mayor de edad, identificado como Arnoldo Leyes, documento nacional de identidad nº 24.748.874, domiciliado en Zoilo Concha nº 147 de esta ciudad, detuvo su marcha a fin de interiorizarse del estado de la persona que había caído, quien se encontraba en posición decúbito dorsal derecho sobre el pavimento, presa de un aparente estado de shock con pérdida de conocimiento, sin presentar heridas visibles.
Circunstanciales testigos que se aproximaron al lugar de los hechos, llamaron a los servicios de emergencia y a esta Comisaría, en la que se labran las actuaciones correspondientes, para proceder a la dilucidación de las circunstancias en que acaeciera el suceso de marras, para su envío al Juzgado de turno, a fin de que Su Señoría indique las acciones a seguir.
Con posterioridad a lo informado, cabe agregar que la persona accidentada fue derivada al nosocomio local, restando completar los trámites tendientes a su identificación.
Es toda la información a suministrar por esta Comisaría en el parte del día de la fecha.

Oficial Alejandro Slaguero
Jefe Relaciones Interinstitucionales y Prensa
Comisaría XI
Ciudad de La Paz

19 agosto 2008

¿Cómo se llama el canto de las palomas?.
Para cada cosa hay una palabra, y esta se me ha ido.
Camino rápido, el viento molesta y también el frío.Las hojas de los plátanos describen trayectorias extrañas antes de caer; cambian el vuelo por planeo a ras del piso y siguen sus carreras locas, contándose quién sabe qué cosas con sus ocasionales acompañantes.
Las nubes van tornándose rosadas, mientras los últimos resplandores del sol dan lugar a tenues sombras azules.
La ciudad cambia de a poco su ritmo, los sonidos van cambiando. Decrecen las voces y empiezan a sonar más los motores.
Al pasar por un galpón semidestruido, cuyo techo hace años se transformó en cenizas, vuelvo a sentir las palomas, y aún no encontré la palabra.
Divago por un laberinto de nombres, asocio sonidos a animales, se me aparecen ladridos, maullidos, mugidos, cacareos, trinos, graznidos, rugidos, hasta el barrito de los elefantes, que alguna vez me sirvió para completar un crucigrama.
Los cuervos graznan en mi memoria, y nunca he visto un cuervo.
Mi infancia, mi vida toda ha sido plena de palomas y no logro darle el nombre a su canto.
Quizá deba transformarlas en verbo, y decir que paloman (¿o palomean?) en el atardecer frío.
Me siguen por varias cuadras, tortolitas, caseras, doradas, mensajeras, del monte, torcazas, urpilitas; plaga o especie protegida, columba querida de los tanos.
Aún no recordé qué nombre designa su canto...

18 agosto 2008

Tal vez hoy logre que algo sea diferente, que la monotonía se interrumpa.
El que se niega a funcionar es mi cuerpo, mi mente aún responde.
Los que no respondieron fueron los frenos. Maldito mecánico, creo que si me concedieran un deseo, único y final, lo usaría para matar a ese cabrón.
Vaya tranquilo, está todo bien. Le cambié el conjunto completo, todo original, dos años de garantía.
Pero acá pude armar el rompecabezas de a poquito, con piezas muy pequeñas que escucho a veces, cuando cierro los ojos, y algunos hablan del choque.
No cambió nada el muy turro, sólo reparó y encima, mal.
Y quién le va a reprochar algo, si yo fui quien trató con él, a Laura nunca le interesó ningún taller.
Ahora se las tiene que bancar sola, si quiere que el auto funcione, debe encargarse de él.
Y las visitas.
A veces siento que su cariño se va volviendo inmóvil, frío, inerte como mi cuerpo.
Y sí, debe ser difícil encontrar un modo de querer a esto en lo que me transformé, se necesita reciprocidad y yo muy demostrativo no estoy.
Hace tiempo que no intento comunicarme, se ponían tan nerviosos que nunca lograron entender nada. Aunque alguna vez tampoco entendieron las palabras y los gestos, y con Laura las cosas no eran tan simples.
Quisiera hoy cerrar los ojos después de la compota y no volver a abrirlos.
Quisiera que ya no trataran de hablarme, estoy demasiado cansado.
Tal vez pronto alcance la necesaria dosis de azulejos blancos, y por fin pueda terminar de morir.

(a partir de Azulejos blancos, Narrazones, J. Veneciano)

Todo pasó tan rápido, aunque entonces parecía no tener fin. Salían desde todos los rincones, pero nosotros los estábamos esperando. El Jefe siempre lo sabía todo. Un grande el Jefe. Para pelear y para apretar. Los ablandaba de a poquito, porque sabía que todos eran débiles, estaban ciegos con eso de la solidaridad, la lealtad y tantas pavadas. El Jefe los hacía caer, los engañaba. Y cómo se divertía al desarmarlos, al quebrarlos. Me gustaba la risa del Jefe. Yo siempre lo aplaudía cuando confirmaba algún dato, de esos que nos facilitaban la caza.
Me gustaban las pibas, tan jovencitas, pero se las dejaba al Jefe, a él no le gustaba que le arruinásemos la mercadería. Él sí que sabía cómo tratarlas a esas putitas.
Y lo pasaba tan bien cuando me quedaba solo con él, mientras los muchachos salían.
Incluso ahora, mientras espero que estos traidores sin patria decidan mi destino, estoy tranquilo.
Sé que el Jefe está a salvo. Ojalá se acuerde de aquellos días y venga a visitarme.
Si no lo hace, no importa, él sabrá decidir lo mejor, como siempre.
A él, nadie lo va a tocar.

13 agosto 2008

Anoche, volví a soñar que nadaba.
Con fuerza, con rabia, entre la niebla y el sol, respirando apenas.
Son las corrientes de mi río antiguo, que quisieran confundirse en el vacío.
Anhelo el agua y no esta luz, la quietud y no el agobio.
Hoy las cerezas no son tan rojas ni las perlas me parecen bellas, el sol me hiere mientras trato de caminar.
Quienes no me conocen, quienes intentan servirme, los que sólo ven lo obvio, recibirán lo que esperan: mis obras nuevas, mi apariencia perfecta, mi silencio educado.
Y, por dentro, nadando furiosas, mi angustia y mi soledad.

10 agosto 2008

Va siendo el momento de sembrar el maíz, y sigue seco. Al final, todos los años se parecen, nunca llueve a tiempo, o llueve demasiado.
El clima se parece a la gente, uno cree saber cómo va a comportarse alguien, y te sorprende con algo inesperado.
Los que tenemos más cerca, por ahí son los más difíciles. Será tal vez que el afecto vuelve raros a algunos.
Todo ha sido tan extraño. Y yo tuve la culpa, no debí ser cobarde. Pero no quiero que me vean mientras vaya muriéndome.
Me equivoqué, ya no importa.
Son tan lindas las sierras a esta hora, y el campo ya empieza a verdear.
Todo seguirá igual, lo importante de los sitios no cambia, sólo algunos que se van y otros que llegan, pero en el fondo todo permanece.
No quiero arruinar estos lugares con malos recuerdos.
Voy a hacer lo de siempre, aprovecharé este día, como siempre.
Pero a la madrugada, mientras ella duerma, me iré, tan lejos como llegue, y ahí usaré por última vez mi arma.

(a partir de Campo en silencio, de A. Rivera)

Me gusta nadar entre dos nieblas,
persiguiendo faros que se ocultan,
se mueven, azules y rojos.
Nadar hasta desfallecer,
cuando las manos parecen olvidarse,
y los ojos empiezan a llorar.
Nadar sin pensar en nada,
tan sólo buscándote,
buscándome.