La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

29 junio 2012

Es complicado
conjugar la libertad
con la tristeza.

26 junio 2012

Agujas de hielo, agujas de acero
atravesando de lado a lado, 
sin compasión,
el centro exacto de la locura.

Esta tristeza
abrasando el cuerpo,
sin desangrarlo.


Es una lluvia de diamantes
la escarcha dibujando los límites del parque.
Se entremezcla en los bordes de las hojas
acaricia un tronco, se estira por la acequia.
Parpadea la luz del sol,
enceguecida por el resplandor devuelto:
el frío pide disculpas por las molestias
causadas durante la oscuridad.
A lo lejos, desaparece una polvareda de caballos.

21 junio 2012

Murmullo suave
como de papel.
Son hojas muertas.

En el camino
huellas como rosarios:
rastros de pájaros


Dibujo un ángel como podría dibujar un cisne
al ángel le faltan alas
el cisne no tiene ojos
hasta el momento en que se hace necesario
algo que indique vida.
Alas ausentes para que no se vaya
ojos sin luz para que no sea perfecto
una corona para hacerlo rey
un trazo de agua para flotar.

Ha pasado el solsticio de invierno
se alargarán los días
hasta llegar al río
volverá el sol,
pero vos no.

20 junio 2012

El pueblo, inerme en su siesta 

apenas murmura 

un pedido de tregua al calor que sofoca.

Una calma artificial 

preludia la oscuridad de las nubes 

que cubren el horizonte 

desplazándose entre polvaredas.


Arrecia el viento en los bordes, 


los pájaros huyen, 


miedo con alas tratando de no morir.


Después de la furia, 


un instante de quietud, 


como la momentánea mejoría del que agoniza. 


Hasta que vuelve la fuerza del aire


para trazar la línea final:


árboles retorcidos y escombros 


saludan el atardecer.

Bajo la custodia de un árbol rojo de otoño,

cae el agua con rumor de tormenta

antes de encontrar la calma para retomar su curso,
 
como una condesa del Renacimiento

acomodando sus faldas con delicadeza,

luego de sufrir el impropio descubrimiento

de un tobillo al bajar de su carruaje.


Vestidos para cubrir la desnudez
máscaras para ocultar los rostros
palabras para disimular el vacío.
No hay vestidos
no hay máscaras
no hay palabras
frente al espejo.

14 junio 2012


Entre el desborde de lujos del ocaso
parpadea apenas, casi una sombra,
la finitud del que observa.
No sirven las mentiras
o el autoengaño
cuando se presenta la evidencia
de un modo tan despojado de piedad.

Lujo dorado.
Lejana, la tormenta
lanza un guiño.

Entre el sueño,
fantasmas temerosos
huyen callados.

Nubes rosadas
anticipando tímidas
el fulgor del sol.

Estertores dorados
muerte calma del sol:
ya brilla el lucero.

07 junio 2012

Esa manía,
andar amputando adjetivos
hasta llegar al hueso.

Algunas nubes,
como hilos de seda
bailan en el viento.


Como si pudiese poner a salvo los días
los cielos o el trueno,
para que jamás faltase un mirar luminoso
cuando tus ojos no estén,
conjuro a la memoria para que en la tarde
abrace un recuerdo.
Pero sólo encuentro máscaras de la impostura,
ocultando en la oscuridad ojos ciegos que relucen,
llamaradas entre sombras, figuras falsas,
la piedra filosofal transmutando el deseo en recuerdo.

05 junio 2012

La angustia del final de domingo
ameba gigantesca
extendiendo sus seudópodos
a través de la noche, 
amenaza cierta para la semana que empieza.


Lejos, las luces
acicalándose
para la fiesta.

Abandonado,
como el atardecer
por las estrellas.

Caricia falsa
alimenta un sueño
lo tira después.

Juntar palabras,
como caracolitos
en la arena.

Esa angustia
como si tentáculos
asfixiaran mi voz.


Descubrir entre las llamas
la mirada de un dragón
o en una noche de invierno
encontrar el sitio exacto
en que la estrella más tenue
ilumina el cielo con su temblor.
Calla la voz lo que el cuerpo grita,
si tan sólo un abrazo pudiera
apagar el llanto, 
calmar el dolor.
Sed de tierra, sed de sal,
sed de río que no llega.
Agonizo,
pero no te nombro.