Es una lluvia de diamantes
la escarcha dibujando los límites del parque.
Se entremezcla en los bordes de las hojas
acaricia un tronco, se estira por la acequia.
Parpadea la luz del sol,
enceguecida por el resplandor devuelto:
el frío pide disculpas por las molestias
causadas durante la oscuridad.
A lo lejos, desaparece una polvareda de caballos.
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