La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

23 septiembre 2008

Si por una extraña conjunción de astros
de pronto me fuese dado cumplir un deseo
desearía ante todo poder planificarlo adecuadamente,
de tal modo que no excluya
ni agua ni sol ni viento leve
que puedan llegar allí todos
los favoritos que mi imaginación y memoria logren incluir
y como el tiempo me ha persuadido profundamente
que el azar no existe, sino tan sólo información insuficiente,
ni la suerte, sólo se trata de esperar lo suficiente,
es que mis probabilidades existen.
Debo apresurarme a hacer el listado pues,
y aquí empezaré mi inventario
con los días se irá ampliando, pero aquí
lo comienzo de arbitrario modo:
en tal sitio quiero que estén
de las flores, los jazmines en todas sus variantes
de los colores, que el lila no falte
de las frutas, elijo damascos y duraznos, por aroma y color concordantes;
de mis amigos, que no falten los locos
o estaré desamparada y sola
de mis libros, que me acompañen todos
nunca se sabe qué humor predominará;
de las noches, las cálidas, con luna llena y muy estrelladas
también pediría que siempre fuese abril
y, si se permitiesen poetas, preferiría los borrachos
y de los gatos, los callejeros.
Por el momento, y en trazo grueso,
algo he empezado a delinear, y no es poco,
en breve continuaré
aún quedan sueños por perseguir...

22 septiembre 2008

Atravieso las vías oxidadas como un fantasma melancólico.
Ya no hay trenes, humo ni trajinar de peones.
El trigo crece en otros campos, los antiguos dueños han partido.
Una plaza donde hubo vías, un escenario donde descansaron vagones.
La luna, enorme, ilumina suavemente el lugar.
Los recuerdos vuelven a tomar forma en los ojos que fueron, avanzando lentos entre las sombras.
Aparece aquella noche de abril, hace tantos años.
El encuentro furtivo, mi partida (¿huida?) rápida, el olvido que no pudo ser.
Me roza el aire frío, estremeciéndome.
Quién sabe si pueda volver a verla.
Tal vez tardé demasiado...

19 septiembre 2008

Pequeño inventario inconcluso y antojadizo

De lo que me gusta, elijo

de las flores, los jazmines
de los colores, el lila
de las horas, la noche
de los elementos, el agua
de los amigos, los locos
de los sembrados, el lino
de las virtudes, la esperanza
de los pecados, el ocio
de los lugares, las sierras
de las frutas, las robadas
de los poetas, los borrachos
de los gatos, los callejeros
de los planetas, Mercurio
de los hijos, los míos
de las ciudades, Neuquén
de los días, los viernes
de los amores, los imposibles
de las partículas elementales, los quarks
de los finales, los abiertos
de las canciones, las tristes
de los meses, abril
de la vida, vos...


09 septiembre 2008

El tiempo fue transcurriendo lento, espeso, hasta el final del turno de Doreen.
Earl se había ido después de tomar varias cervezas, en un estado de alcohol que podría llevarlo a la tranquilidad del sueño o a la exaltación de la ausencia de control.
Ella siguió la rutina de tantos años: se cambió, guardó sus propinas, subió el cuello de su abrigo, ajustó sus guantes y bufanda, y salió a la calle.
Hacia el naciente, empezaba a distinguirse cierta claridad, mientras un aire frío y rastrero anunciaba otro día de viento.
Respiró profundo, tratando de ordenar de algún modo sus sensaciones. Aún no sabía con certeza si se sentía enojada, usada o halagada.
Al llegar a su casa, abrió lentamente la puerta, esperando encontrarlo dormido o que no hubiese llegado. Sin embargo, vio allí el abrigo de él. El televisor del cuarto estaba encendido.
-Hola, estás acá- dijo ella, con un tono que quería ser neutro, pero en el que Earl adivinó algún enojo.
-¿Dónde podría estar a esta hora?- contestó él, a la defensiva.
-No lo sé, estás tan extraño últimamente.
-¿Yo, extraño? ¿Por qué lo decís?
Ella, en tono fatigado, le respondió: ya sabés, empezaste con tu obsesión por mi peso, controlándome cada día, en lugar de hacer algo más productivo, como conseguirte un empleo, o al menos dejar de gastar en el bar en que trabajo.
Él se sintió herido, consideró que la acusación era injusta.
Cada día buscaba empleo, pero no había logrado encontrar uno a su medida. Tampoco creía estar ejerciendo un control que no correspondiera a su carácter de marido.
- Voy al bar porque me gusta el café que sirven, no para vigilarte. Y sólo yo sé a cuántas entrevistas he ido, no es mi culpa si no me llaman.
- ¿Y qué explicación le das a tu actitud de anoche?- estalló finalmente Doreen.
- Fue sólo un malentendido de tu compañera, esa zorra estuvo todo el tiempo tratando que yo me fijase en ella, por eso te mintió. Hay que tener mucho cuidado con esa clase de gente.
Doreen, más harta que cansada, apagó la luz, se metió en la cama, se tapó, cerró los ojos y se convenció que dormía.
A su lado, Earl ya roncaba.

(A partir de Short cuts, Raymond Carver)

No lo vas a creer, me conocés, y sabés que no es común que yo vaya a un cementerio. Me parece que eso es casi como ir a misa, como asistir a una ceremonia en algún idioma desconocido.
Mis muertos queridos están dentro mío, si los extraño demasiado me ilusiono pensando que están de viaje y que los veré en cualquier momento. También me sucede soñarlos. Allí, siempre estamos felices, en lugares hermosos, en el río o el mar, y es verano.
Sin embargo, no pude negarme, y entré. No recordaba que fuese tan grande, ni tan desolado.
Se siente raro caminar por ahí, ver nichos y más nichos desde los que las personas sonríen en fotos recién sacadas.
Leí nombres y fechas, empecé a inventar lazos o parentescos entre los que estaban más cercanos, pero se me venía abajo lo imaginado al ver las fechas entre las que habían vivido, no hay orden cronológico ni alfabético entre los vecinos.
Filas, hileras, pisos y más pisos, como un panal de celdas cuadradas, clausuradas. Mármol y bronce para algunos, papel y concreto para otros. Mensajes y flores o telarañas y polvo. Ángeles lacrimosos o trompetas de gloria, herramientas válidas para neutralizar el dolor, que quizá cubre al miedo, el miedo propio a enfrentar el momento de cubrir el protagónico en la escena final.
Y los cambios culturales, el marketing de los cementerios parque, variación ecológica del almacén de cuerpos. Ya no apilados, no encerrados, no fotografiados sonrientes para la posteridad.
Aunque, a pesar de todo, cualquiera sea el lugar elegido, ese será el sitio en el que más tiempo ¿reposaremos?

Hace tiempo deseaba estar aquí
el mar tan cerca y la ciudad lejos.
Las noches llegando lentas, tranquilas
el viento rozando la arena húmeda
mientras la luz se apaga.
Apenas algunas estrellas, a la primera le pido tres deseos
pero siempre, al pronunciar el último,
descubro que esa, no es la primera.
Tal vez por eso, nunca se cumplan mis deseos.
Entonces invento un mundo
donde las cosas se han ordenado prolijamente
la felicidad abunda y también el tiempo.
Se acabaron los embotellamientos, los accidentes de tránsito,
los malos modales y los noticieros de las diez.
El viento trae olor a sándalo
y los pájaros danzan en un cielo luminoso.
Demasiado kitsch mi mundo de sueños
exceso de nostalgia pop o falta de imaginación.
Y de pronto la realidad que llega
no estoy lejos, ni hay mar ni viento,
tan sólo mis miedos, quizá algunos anhelos.
Y cuesta encontrar las palabras justas,
ubicarlas correctamente, lograr que ellas digan
lo que aún no puede mi voz.