La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

29 noviembre 2008

Roberto
Cuando llega la noche, empiezan a acosarlo los fantasmas.
Hace tanto tiempo que trabaja en el mismo lugar, que hace idénticas tareas, cumple horarios y órdenes incluso antes de que le sean dadas.
Pero últimamente, percibe que hay gente que lo mira de modo extraño, como ocultándole algo, siente que los demás saben algo que él no.
Es cierto que la producción no pasa por su mejor momento, pero lo que ellos fabrican no es superfluo y tiene asegurada la demanda, no hay fluctuaciones estacionales ni modas pasajeras.
El Molino ha pertenecido a los Cáceres por años, desde hace al menos tres generaciones, y don Francisco dejó su marca en la familia. Ellos respetan su trabajo y desprecian la especulación, son raros para el ambiente empresario nacional, confía en ellos.
En el que no confía demasiado es en ese pibe que apareció hace unas semanas, por ahora está aprendiendo, pero le parece demasiado apurado por ascender.
Ayer notó que le hace preguntas como si lo estuviese examinando, es educado pero no le gusta.
Tal vez deba animarse a hablar con el Jefe de Personal, se conocen mucho, pero no quiere que se sienta presionado ni le interesa el rol de buchón.
Otra alternativa sería hablar con la secretaria del gerente, ella siempre ha sido cordial y discreta. No puede seguir en esta incertidumbre. Cuando se pierde un trabajo a los 30, hasta puede llegar a ser beneficioso, dar lugar a un cambio favorable, pero cuando sucede después de los 50 sólo significa una cosa: el final.
Transcurren los días y las semanas con lentitud exasperante, cada momento aumenta su sensación de excluido, empieza a ver expresiones distintas en algunos compañeros; su falta de descanso se hace notoria, algunos le preguntan por su salud. Se fija plazos para averiguar qué sucede, pero los va postergando, considera casi una victoria cada día sin recibir el telegrama que ya se ha convencido le llegará irremediablemente.
Avanza Diciembre con su carga de expectativas, el 18 es aniversario del Molino, la reunión anual en la que se anuncian los lineamientos para el próximo período.
Anhelante, se viste para la que ya ha designado como su última fiesta.
A la hora de los anuncios, escucha su nombre como entre sueños, luego algo que no llega a entender con claridad, luego aplausos.
No reacciona hasta que le llega la primera felicitación por su merecido ascenso.

Cuervo

Hasta acá llegué. Ya no soporto más los malos tratos y los golpes bajos que deben sufrir estos servidores de la Patria.
Pensé que en esta provincia las cosas serían distintas, pero claro, la peste federal los iguala a todos. Y esos que están en la primera fila, cómo me gustaría saber de qué viven, quién les paga por estar acá, mirando con esos aires de triunfo, los quiero ver dentro de un rato, cuando presente mi escrito.
Me equivoqué al juzgar a estos viejos, no puedo creer que a esta altura de sus carreras no se hayan dado cuenta de qué lado ponerse para que las cosas sean como deben ser.
Tengo suerte de ser el defensor del Capitán, él sí es un señor. Y la mujer, casi lo envidio cada mañana cuando la veo ahí, linda, fuerte. Una verdadera señora, una patriota al lado de su hombre.
¿Me habrán depositado lo que acordamos para hacer este trámite?. Porque si no es así, ni loco alargo los plazos. No veo la hora de que esto termine, me merezco vacaciones lejos de acá, me harta este calor, no quiero ver más a esta gente, no soporto su tonada, tengo ganas de caminar entre personas civilizadas, hablar inglés. Creo que elegí bien el lugar para las vacaciones, la playa, la distancia, la discreción. Y está tan linda Jessi, me imagino cómo la van a mirar todos. Y cómo la miraría mi ex, la odiaría. Con la que tal vez se llevaría bien es con Luciana, tienen casi la misma edad.
Mierda, tengo que ocuparme más de Luciana, no me ha pedido plata ni me comentó nada sobre sus planes para el verano. Soy comprensivo pero no me gustaría que lo pase con alguien de mi profesión y menos de mi edad, ella es tan joven.
¿Qué le pasa ahora al Presidente? Me parece que me mira, mierda, me perdí algo, no debería dispersarme mientras declaran testigos de la querella.
¿Y qué gritan esos tarados? ¿De nuevo le están faltando el respeto a un héroe? ¿Lo insultan a Carlos?. No, ya superaron todos mis límites, mi paciencia se agotó.
Mis colegas no se animan a plantear nada, los entiendo, ellos no tienen tanta experiencia como yo, pero es momento de frenar este atropello a la causa de la libertad. O de hacer dudar a la querella, al menos confundirlos acerca de lo que pueden hacer o no. Y, sobre todo, marcarle el terreno a este Tribunal, creen que pueden actuar como si tuviesen pruebas o razones.
Y sí, al menos debo intentarlo, si consigo una pausa tal vez consiga anular todo lo anterior, Carlos merece esto y más.
Señor Presidente, necesito hacerle llegar este escrito, en este Tribunal hay alguien que se comporta de forma arbitraria y parcial. Hago entrega de los fundamentos de mi recusación al Dr. Burad.


Negocios
- Licenciado, lamento encontrarlo hoy en tan triste situación, me dice una señora rubia, elegante, que se me acerca apenas ingreso a la sala.
Agradezco brevemente y me alejo para evitar la conversación, ya que no logro recordar su nombre ni asociar su vínculo conmigo o con mi hermano.
Tal vez haya sido cliente en alguno de nuestros negocios, parece viuda, no creo que sea socia del Jockey.
Este momento de prolonga demasiado, ya ni recuerdo cuántas manos estreché ni cuántos saludos agradecí. Al menos, mi madre ya no está, la hubiese sofocado la presencia de tanta gente, sobre todo los que se ponen pesados tratando de pasar por compasivos.
Apenas son las nueve y el sepelio es a las once; debería quedarme hasta entonces, que los empleados hagan honor a sus sueldos y se encarguen de todo.
Visto desde la empresa, esta ceremonia debe redituarme nuevos clientes, ya varios de nuestros amigos están en una etapa en que nos necesitarán.
En fin, me abstraeré de la situación, mi profesionalismo cultivado por tantos años debe ser mi sostén en esta hora.
Se aproxima Angélica, ya su madre debe haber superado los 80.
- Ricardo, no encuentro palabras adecuadas, me dice con su voz un poco ajada, algo más vieja que su rostro sin arrugas.
- Está bien, Angélica, gracias. Ella debería saber que lo que dijo es una perogrullada, pero no me molesta que lo haga, el cliente siempre tiene razón.
- ¿Y la señora Feli, cómo está? Pienso que ella va a querer la sala principal, cofre especial, varios autos, servicio de chofer. Sumo y me da un hermoso número. Espero que Feli esté al menos resfriada.
- Maravillosa, como siempre, te envía sus saludos, dice Angélica y se va, dentro de su armazón de botox, cremas y perfumes.
Advierto que se acerca Ludmila. Molesta, chillona, vulgar, demasiado joven. No vale el esfuerzo, sólo podrá llevarse de mí un apretón de manos.
Hacia la puerta puedo ver buenas probabilidades, sé que los Alonso tienen intenciones de invertir. Aquí cerca hay uno terrenos excelentes para un nuevo parque, debo interesarlos en el rubro. Me costará un poco más el mator, siempre ha sido desconfiado.
Lo que es un acierto es el cofre que elegí. Veo envidia en los ojos de más de uno, creo que recibiré nuevos encargos próximamente.
- Licenciado, cuánto lo siento, me dice el hipócrita de Alfredo. Debería eliminarlo, no es competencia leal, hace un año que no modifica sus tarifas, con esta crisis seguro me quitará algún negocio.
- Y sí, Alfredo, es duro para todos, nunca nos preparamos lo suficiente. Espero que no me madrugue, éste es capaz de haber venido con fines comerciales. No lo perderé de vista, eso tal vez lo contenga.
Sigue llegando gente, espero que los del buffet se estén ocupando de todos, o mañana habrá despidos.
Ya es casi la hora del sepelio, daré una vuelta para que los tímidos puedan saludarme y los indecisos sean convencidos de mi eficiencia.
Si mi evaluación de los hechos no es incorrecta, creo que lamentaré no tener más hermanos para despedir.

13 noviembre 2008

Leonor

Es el momento del día en que la luz artificial empieza a ganarle la partida al sol que se está yendo.
Desde mi escritorio, veo aparecer algunos detalles que en otros horarios pasan desapercibidos. Alguna grieta, una moldura, un borde irregular, de pronto cobra importancia, se destaca y alarga sobre las paredes monótonas y las ventanas repetidas.
Pudo haber sido una jornada rutinaria, con los sabores y sinsabores cotidianos y esperados, aunque pienso que debí haber presentido algo, no puede suceder un acontecimiento de estas características sin ninguna señal previa.
Llevo años trabajando en este lugar, cada día transcurre casi igual al anterior, mis compañeros son los mismos de siempre, mi voz al responder siempre tiene el mismo tono.
O lo tenía, hasta hace un rato, cuando apareció este reclamo.
- Servicio de atención al cliente, cuál es su consulta?- fue mi respuesta, la de siempre ante la luz roja del teléfono.
Siempre he pensado que los números a los cuales respondemos están al alcance de personas con un mínimo de racionalidad, pero parece que viví en una cierta confusión.
- Y qué tipo de atención le da Ud. al cliente?- fue la respuesta, en un tono de confianza excesiva.
- Sí, Ud. se ha comunicado con el servicio de atención al cliente del Banco Mayo- dije, tratando de no dejar traslucir ningún tipo de emoción.
- Y cómo es que atienden a los clientes en el Banco Mayo, preciosa?- insistió.
- Señor, creo que Ud. se ha equivocado.
-Equivocado yo? Qué trata de decirme? Ud. tiene que atenderme, soy cliente del Banco Mayo.
- Entonces debería hacer su consulta, Sr.
- Consultas dan los médicos, yo me he comunicado con un banco.
- Señor, cuál es el motivo por el que ha llamado Ud. a este teléfono?
- Qué me respondería si le dijera que estoy controlando el servicio de atención al cliente del Banco Mayo?
Tal vez debí haber pensado un poco más, pero la calma no ha sido la virtud en la cual la naturaleza haya sido especialmente generosa conmigo.
- Le respondería que puede Ud. irse a la misma concha de su puta madre, señor.
No sé si podré usar como atenuante el hecho de no haberlo tuteado en ningún momento, pero el telegrama que acabo de recibir no parece ofrecer posibilidad de apelación...

10 noviembre 2008

Amurallar los sueños,
atrincherarse
hasta que la vida pase.

Alina

Se despierta temprano, se viste, lava su cara aniñada, peina su cabello largo y abre la ventana, de golpe, para que la sorprenda el afuera.
Es un día de esos en que el sol se regala pleno. El aire, quieto y transparente, dibuja los árboles como acariciándolos.
Flores que hasta ayer ni siquiera se adivinaban, relucen sus colores con orgullo, desafiantes.
Hay un zumbido extraño, mezcla de ruidos y silencios, en el que confluyen voces, cantos, gritos, trinos y el sonido ahora sereno del mar.
Alina respira profundo, feliz de encontrar todas las cosas que ama, las que la hicieron elegir este sitio, del que ya no se marchará.
Atrás quedaron sus miedos, sus fantasmas, sus sombras.
Quedaron lejos, entre rascacielos que ya no quiere ni siquiera recordar, entre horarios que ya no deberá cumplir.
Algunas veces, una carta llega con salpicaduras de aquel pasado.
Sin leerla, sólo recorta cuidadosamente las estampillas y las coloca en un álbum que ya casi no crece.
Toma una botella vacía, pone dentro de ella la carta y un beso, la tapa y la arroja al mar.
Luego, aplaude, ríe y grita vivas al mensaje que se aleja entre las olas.
Al atardecer, Alina camina lento, atraviesa su jardín de caracolas, pasa al camino de madera desteñida, sube las dunas, respira profundo, mira hacia el mar.
Un velero avanza perezozo, lo siguen algunas gaviotas.
Sobre la arena, las algas trazan figuras ennegrecidas, ideogramas que cuentan historias en un idioma que sólo ella entiende.