La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

29 noviembre 2008

Negocios
- Licenciado, lamento encontrarlo hoy en tan triste situación, me dice una señora rubia, elegante, que se me acerca apenas ingreso a la sala.
Agradezco brevemente y me alejo para evitar la conversación, ya que no logro recordar su nombre ni asociar su vínculo conmigo o con mi hermano.
Tal vez haya sido cliente en alguno de nuestros negocios, parece viuda, no creo que sea socia del Jockey.
Este momento de prolonga demasiado, ya ni recuerdo cuántas manos estreché ni cuántos saludos agradecí. Al menos, mi madre ya no está, la hubiese sofocado la presencia de tanta gente, sobre todo los que se ponen pesados tratando de pasar por compasivos.
Apenas son las nueve y el sepelio es a las once; debería quedarme hasta entonces, que los empleados hagan honor a sus sueldos y se encarguen de todo.
Visto desde la empresa, esta ceremonia debe redituarme nuevos clientes, ya varios de nuestros amigos están en una etapa en que nos necesitarán.
En fin, me abstraeré de la situación, mi profesionalismo cultivado por tantos años debe ser mi sostén en esta hora.
Se aproxima Angélica, ya su madre debe haber superado los 80.
- Ricardo, no encuentro palabras adecuadas, me dice con su voz un poco ajada, algo más vieja que su rostro sin arrugas.
- Está bien, Angélica, gracias. Ella debería saber que lo que dijo es una perogrullada, pero no me molesta que lo haga, el cliente siempre tiene razón.
- ¿Y la señora Feli, cómo está? Pienso que ella va a querer la sala principal, cofre especial, varios autos, servicio de chofer. Sumo y me da un hermoso número. Espero que Feli esté al menos resfriada.
- Maravillosa, como siempre, te envía sus saludos, dice Angélica y se va, dentro de su armazón de botox, cremas y perfumes.
Advierto que se acerca Ludmila. Molesta, chillona, vulgar, demasiado joven. No vale el esfuerzo, sólo podrá llevarse de mí un apretón de manos.
Hacia la puerta puedo ver buenas probabilidades, sé que los Alonso tienen intenciones de invertir. Aquí cerca hay uno terrenos excelentes para un nuevo parque, debo interesarlos en el rubro. Me costará un poco más el mator, siempre ha sido desconfiado.
Lo que es un acierto es el cofre que elegí. Veo envidia en los ojos de más de uno, creo que recibiré nuevos encargos próximamente.
- Licenciado, cuánto lo siento, me dice el hipócrita de Alfredo. Debería eliminarlo, no es competencia leal, hace un año que no modifica sus tarifas, con esta crisis seguro me quitará algún negocio.
- Y sí, Alfredo, es duro para todos, nunca nos preparamos lo suficiente. Espero que no me madrugue, éste es capaz de haber venido con fines comerciales. No lo perderé de vista, eso tal vez lo contenga.
Sigue llegando gente, espero que los del buffet se estén ocupando de todos, o mañana habrá despidos.
Ya es casi la hora del sepelio, daré una vuelta para que los tímidos puedan saludarme y los indecisos sean convencidos de mi eficiencia.
Si mi evaluación de los hechos no es incorrecta, creo que lamentaré no tener más hermanos para despedir.