La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

15 octubre 2008

Señor periodista, Usted me hizo una pregunta, así que trataré de dar respuesta, además de agradecerle por haberla formulado.
Hace tiempo estoy tratando de explicarme quién soy, así que bienvenida sea esta solicitud de decírselo a los demás.
Si de orígenes raciales se trata, puedo asegurar que llevo una mezcla variada de sangres, aunque mi apellido me lleva a ser catalogado y nombrado como "Gallego", por esa deformación habitual en nuestro país en lo referente a la cuota de hispanidad que porto.
En lo que hace a referencia generacional, corresponde incluirme entre los nacidos en los '40. Es decir, me agarró la Revolución Libertadora en mi adolescencia, apenas dejando los pantalones cortos.
Mis estudios formales los hice en escuelas públicas; de haber sido posible, supongo que hubiese ido a una Universidad Nacional, que por mi lugar de residencia en esas épocas, habría sido la de Córdoba. Pero la necesidad de trabajar, o quizá la falta de una vocación definida, llevaron a que no surcase las aulas de la educación superior.
Cumplí tareas en diversos sitios, en comercios, servicios y oficios varios hasta que recalé en uno que logró despertar una pasión que hasta ese momento no sabía latente en mí: la fotografía.
Ocurrió a mis 25 años, al presentarme a un ofrecimiento de empleo aparecido en La Voz del Interior, un recuadrito pequeño en página par.
En esa época, no existían los laboratorios compactos que ahora están por todas partes, todas las fotos se revelaban artesanalmente.
Cuando tenía un rato libre o incluso después de mi horario de trabajo, estaba autorizado por el dueño a hacer algunas cosas menores en la sala de revelado.
Recuerdo claramente mis primeras estadas en ese lugar, una especie de santuario, un sitio de ingreso absolutamente restringido, su luz rojiza, el olor de los ácidos, las precauciones con los papeles mojados, los cronómetros.
Y allí dentro, reinando con sabiduría y experiencia, don Humberto Marchioni. De a poco, me fue dando las herramientas de lo que constituye hoy el corazón de mi trabajo.
Trabajo que amo profundamente, porque me brinda la mayoría de las cosas que aspiro poseer: los espacios abiertos, la naturaleza, las personas, las ciudades y los ríos.
La posibilidad de retener un instante, de perpetuar la fugacidad, para mí y para quienes luego lleguen a mirar mis obras; la complementación entre caminar por tantos sitios y el llegar siempre al momento de soledad frente a la cuba de revelado; este ser intermediario entre la belleza y quienes no pueden ser espectadores presenciales en el momento, son situaciones gratificantes que construyen mi mundo cotidiano.
En fin, si debo hacer una síntesis para responder a su requisitoria, diré simplemente: soy fotógrafo.

3 Comments:

Blogger franco said...

On fire.

12:40 a. m.  
Blogger Matías said...

te juro que por un momento lo vi todo, toda la imagen paso por mis ojos, la sala roja y todo los chiches, lindo texto che, lindo lindo....

3:30 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

PARA CUANDO TEXTOS NUEVOS

10:11 p. m.  

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