Uriel
Arquitecto certero de mundos azules, Uriel traza su universo de planetas rojos y cielos cerrados, donde despiertan mañanas luminosas, extendidas entre horizontes perfectos.
Quienes los habitan, podrían creer que son felices. Los sueños se ven por todas partes, ofreciéndose como golosinas al alcance de la mano, del ojo o del corazón.
A veces, bandadas de gorriones dorados oscurecen el aire con sus gritos, provocando sonrisas de piedad en los dueños de los innumerables gatos que maúllan hambrientos.
Al atardecer, Uriel hace el inventario: analiza cada porción de su cielo, para descubrir si se ha agregado o falta una luna o estrella; si los cometas permanecen portando sus colas estandarte. Uno a uno renombra cada planeta, cada árbol, cada persona o bestia por él creada. Llora las pérdidas con gruesas lágrimas pálidas, enormes como peras, que caen lentas de sus ojos violeta.
Sin embargo, cuando el día se alarga, casi interminable, con soles que se van relevando en la tarea de alumbrar los mundos nuevos, colorados, amarillos, esmeralda brillante o negros, él sonríe.
Sonríe con suavidad, lentamente, hasta despertar, como siempre, en su mínima celda.
Arquitecto certero de mundos azules, Uriel traza su universo de planetas rojos y cielos cerrados, donde despiertan mañanas luminosas, extendidas entre horizontes perfectos.
Quienes los habitan, podrían creer que son felices. Los sueños se ven por todas partes, ofreciéndose como golosinas al alcance de la mano, del ojo o del corazón.
A veces, bandadas de gorriones dorados oscurecen el aire con sus gritos, provocando sonrisas de piedad en los dueños de los innumerables gatos que maúllan hambrientos.
Al atardecer, Uriel hace el inventario: analiza cada porción de su cielo, para descubrir si se ha agregado o falta una luna o estrella; si los cometas permanecen portando sus colas estandarte. Uno a uno renombra cada planeta, cada árbol, cada persona o bestia por él creada. Llora las pérdidas con gruesas lágrimas pálidas, enormes como peras, que caen lentas de sus ojos violeta.
Sin embargo, cuando el día se alarga, casi interminable, con soles que se van relevando en la tarea de alumbrar los mundos nuevos, colorados, amarillos, esmeralda brillante o negros, él sonríe.
Sonríe con suavidad, lentamente, hasta despertar, como siempre, en su mínima celda.
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