Tal vez hoy logre que algo sea diferente, que la monotonía se interrumpa.
El que se niega a funcionar es mi cuerpo, mi mente aún responde.
Los que no respondieron fueron los frenos. Maldito mecánico, creo que si me concedieran un deseo, único y final, lo usaría para matar a ese cabrón.
Vaya tranquilo, está todo bien. Le cambié el conjunto completo, todo original, dos años de garantía.
Pero acá pude armar el rompecabezas de a poquito, con piezas muy pequeñas que escucho a veces, cuando cierro los ojos, y algunos hablan del choque.
No cambió nada el muy turro, sólo reparó y encima, mal.
Y quién le va a reprochar algo, si yo fui quien trató con él, a Laura nunca le interesó ningún taller.
Ahora se las tiene que bancar sola, si quiere que el auto funcione, debe encargarse de él.
Y las visitas.
A veces siento que su cariño se va volviendo inmóvil, frío, inerte como mi cuerpo.
Y sí, debe ser difícil encontrar un modo de querer a esto en lo que me transformé, se necesita reciprocidad y yo muy demostrativo no estoy.
Hace tiempo que no intento comunicarme, se ponían tan nerviosos que nunca lograron entender nada. Aunque alguna vez tampoco entendieron las palabras y los gestos, y con Laura las cosas no eran tan simples.
Quisiera hoy cerrar los ojos después de la compota y no volver a abrirlos.
Quisiera que ya no trataran de hablarme, estoy demasiado cansado.
Tal vez pronto alcance la necesaria dosis de azulejos blancos, y por fin pueda terminar de morir.
El que se niega a funcionar es mi cuerpo, mi mente aún responde.
Los que no respondieron fueron los frenos. Maldito mecánico, creo que si me concedieran un deseo, único y final, lo usaría para matar a ese cabrón.
Vaya tranquilo, está todo bien. Le cambié el conjunto completo, todo original, dos años de garantía.
Pero acá pude armar el rompecabezas de a poquito, con piezas muy pequeñas que escucho a veces, cuando cierro los ojos, y algunos hablan del choque.
No cambió nada el muy turro, sólo reparó y encima, mal.
Y quién le va a reprochar algo, si yo fui quien trató con él, a Laura nunca le interesó ningún taller.
Ahora se las tiene que bancar sola, si quiere que el auto funcione, debe encargarse de él.
Y las visitas.
A veces siento que su cariño se va volviendo inmóvil, frío, inerte como mi cuerpo.
Y sí, debe ser difícil encontrar un modo de querer a esto en lo que me transformé, se necesita reciprocidad y yo muy demostrativo no estoy.
Hace tiempo que no intento comunicarme, se ponían tan nerviosos que nunca lograron entender nada. Aunque alguna vez tampoco entendieron las palabras y los gestos, y con Laura las cosas no eran tan simples.
Quisiera hoy cerrar los ojos después de la compota y no volver a abrirlos.
Quisiera que ya no trataran de hablarme, estoy demasiado cansado.
Tal vez pronto alcance la necesaria dosis de azulejos blancos, y por fin pueda terminar de morir.
(a partir de Azulejos blancos, Narrazones, J. Veneciano)
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