El viento del sur se sintió solo, estremecido en su frío.
Quizá aquellos dioses salvajes lo acompañaron por siempre.
Volaban unas hojas secas. Un cardo ruso rodó en silencio.
Quizá ese sol haya sido el que siguió brindándole calor cuando lo rodeó la niebla y lo abandonaron los hombres.
Un color parduzco uniforma camino, potrero y distancia.
Y los días, qué largos eran aquellos días. Y cómo brillaba el sol en Misiones.
Sobre el horizonte,se veía la casa, junto a unos galpones grandes y oscuros.
Dioses de la selva,apenas entrevistos, pero tan poderosos como el Dios de sus padres. Aunque más solidarios, capaces incluso de cometer equivocaciones.
Se dirigía hacia ellos, lento, como si no tuviese prisa.
Anochecía. Una luz amarillenta apareció en una ventana.
Los hermanos, los primos, la casa inmensa, los cuentos de su madre.
Apuró muy poco su paso.
Los recuerdos de la infancia siempre fueron su refugio.
Amaba la noche, a pesar del frío.
Quizá aquellos dioses salvajes lo acompañaron por siempre.
Volaban unas hojas secas. Un cardo ruso rodó en silencio.
Quizá ese sol haya sido el que siguió brindándole calor cuando lo rodeó la niebla y lo abandonaron los hombres.
Un color parduzco uniforma camino, potrero y distancia.
Y los días, qué largos eran aquellos días. Y cómo brillaba el sol en Misiones.
Sobre el horizonte,se veía la casa, junto a unos galpones grandes y oscuros.
Dioses de la selva,apenas entrevistos, pero tan poderosos como el Dios de sus padres. Aunque más solidarios, capaces incluso de cometer equivocaciones.
Se dirigía hacia ellos, lento, como si no tuviese prisa.
Anochecía. Una luz amarillenta apareció en una ventana.
Los hermanos, los primos, la casa inmensa, los cuentos de su madre.
Apuró muy poco su paso.
Los recuerdos de la infancia siempre fueron su refugio.
Amaba la noche, a pesar del frío.
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