2006
CHAU!!!!!
BONITO!!!!!
El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)
De muertes e hipocresías
En el momento en que los medios de comunicación empezaban a hacer una especie de mea culpa por las atrocidades dichas acerca del asesinato de Nora Dalmasso, murió Pinochet.
Al hartazgo y la náusea que provocaba la canalización de un hecho que no debió trascender el ámbito de la crónica policial, deberemos sumar ahora el mar de palabras que se dirán del dictador, a quien, lamentablemente, la muerte le llegó antes que
Sin embargo, no deja de ser un alivio saber que ya no respira y que ha dejado una cama de hospital libre para su uso.
Pasaremos varios días escuchando a recientes defensores de los derechos humanos, relatando hechos que antes callaron: muchos de los que comentarán el horror de la dictadura, mientras ésta duró hablaron maravillas sobre la estabilidad económica, el sistema de salud, la educación, los fondos provisionales, etc., etc.; parece que la muerte trastoca valores.
¿No hay un mínimo de ética, de respeto al pensamiento y a la memoria? ¿Sirve decir en este momento lo que debió ser denunciado antes? ¿No se podría y debería utilizar la circunstancia para desenmascarar a los tiranos vivos?
Tal vez el África Subsahariana, Palestina, Chechenia, Afganistán o Irak estén muy lejos de nuestros hogares y de nuestra cultura.
Tal vez sea pedir demasiado que se dé trascendencia a las guerras actuales; intentemos algo en escala más pequeña. Es indiscutible que las dictaduras matan con violencia, pero la corrupción también mata, mutila y denigra, en procesos más lentos pero no menos dolorosos.
El tirano chileno ha muerto.
Que la memoria de sus víctimas y la de nuestros desaparecidos nos dé fuerzas para combatir a los que continúan matando lentamente a nuestros pueblos.
Los cargos públicos : ¿carga o empleo bien remunerado?
La realidad hace que se pierda hasta la última ilusión de que detrás de cada cargo debe existir la voluntad de ejecutar un determinado proyecto político, fundado en una ideología y con un objetivo específico.
Hubo épocas en que la militancia se demostraba en el trabajo cotidiano, en cada cosa que se hacía, en el poner en práctica lo que se conoce como compromiso social. Entonces, tener que ocupar un cargo público, incluso aquellos a los que se llega por el voto popular, era una carga. Se prefería el bajo perfil, el trabajo solidario, el codo a codo y hombro a hombro con el pueblo.
Después, el pueblo se transformó en “la gente”, y la militancia se alejó algunos pasos: empezó a resultar conveniente el acceder a algún fondo con el cual financiar los gastos que acarreaba la participación.
Esto llevó al surgimiento de una nueva especie: los militantes pagos, subsidiados por el orden al que declamaban querer modificar. Más horas de militancia permitían acceder a puestos más expectables en las listas; si se contaba con la suficiente astucia, incorporarse en cargos políticos, cuya jerarquía era inversamente proporcional a los escrúpulos del aspirante.
Al aparecer estos incentivos, empezaron a crecer las alianzas más inesperadas y acomodaticias. No importaba de la mano de quién o con quién se llegaba, sólo importaba llegar. Sin proyecto, sin ideología, sin el menor asomo de ética o de compromiso moral.
Así han llegado a ocupar espacios de decisión los más disímiles, bastardos y mercenarios amontonamientos: no importa si hasta hace un momento eran adversarios o enemigos, lo importante es acceder a algún empleo. De todos modos, en lo único en que es necesario acordar, es en la distribución del botín: nuevos cargos, algún subsidio. Para quien no tiene nada, algo es muchísimo. Para quienes desconocen la decencia, no existen límites a la rapiña.
"Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar las fronteras una a una
y dejar de frontera sólo el aire.
Que nadie tenga tierra
como se tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire."
Jorge Debravo