La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

21 septiembre 2012

Tratando de conocer
acerca de las medusas
sus costumbres y modos
porque dicho organismo marino
me resulta de atracción inevitable,
bestia primitiva,
escaso desarrollo neurológico,
a pesar de ello, admirable,
su modo de transcurrir la vida:
transparente, imperceptible casi,
diría que bajo perfil,
flotando entre corrientes,
o con un potente sistema basado
en la propulsión a chorro de agua,
y el detalle más brillante:
largos tentáculos que flotan, invisibles,
cargados de células urticantes.

Flotar en paz no significa
que cualquiera pueda tocarte.


Hoy he dibujado un caballo.
Un caballo negro, crines largas,
paso inquieto buscando rumbo
en las sombras del pinar.
Paso nervioso, cascos brillantes
quebrando agujas secas
olfateando el viento.
Mariposas blancas parecen soles
encandilan los ojos negros,
ocultan los senderos.

Luz filtrada, opaca
espadas que cortan el aire.

Un caballo negro
atravesó el pinar
relucen los ojos,
se agitan las crines
galopa libre.

A contraluz,
el polvo
dibuja llamaradas.

19 septiembre 2012


Hay quienes pueden imaginar mundos
colocando en ellos sus reglas
ocultando en ellos su espanto.
Transcurrirán días y años
las leyes pueden violarse
por injusticia o hartazgo.
Nacen héroes, por igual tiranos
respuestas violentas
desolación tras el ocaso.
Como si no fuera posible
imaginar distintos finales
como si no fuese posible,
tan sólo una vez,
concederle libertad a los sueños.

17 septiembre 2012


El sol del mediodía
es delator de mil detalles
manchas, grietas, palidez,
como un espejo implacable.

Luz que hiere, que marca
sin piedad a lo débil
indicando el punto exacto
donde la fragilidad es la dueña.

Como si fuese un juez
con infinitos poderes
dictando sentencias que afirman
lo que el tiempo  ha condenado.


Sobre el cielo de la mañana
bandadas escriben historias
jeroglíficos que encierran
el milagro de la palabra.
¿Son ciertos los pájaros,
mienten esas palabras?
¿Es cierto ese cielo
o es el resplandor del agua?

Sólo el silencio,
murmullo de hojas.
El viento, también calla.

En el jardín de mi madre
reinan las aquilegias,
imperturbables, a mitad de camino
entre ser pájaro o ser flor:
vegetal en tierra firme,
supervivencia asegurada,
y la admiración de quienes pasen,
aunque también sea posible
terminar sus días, en solitario,
en un jarrón, quizá  un florero.
O pájaro, con sus variantes,
vuelo a flor de piso,
altura intermedia
o más allá de las nubes,
vida solitaria,
uno más en la bandada,
el riesgo de la jaula rondando,
a pesar de sus deseos.

Pájaro o flor,
duda eterna
para la aquilegia dorada.



                                                                                            

10 septiembre 2012

No me sale el endecasílabo,
el alejandrino me escapa,
queda rengo el soneto 
y la metáfora  no alcanza.
La sintaxis se altera
por el  hiperbaton que invade,
y no permite florecer
con gracia la frase rimada.
Quizá  la anáfora pudiera
orientar por fin las palabras,
acomodar ocasos, palomas y velas,
darle un rumbo a la pluma
o de púrpura y carmesí adornarla.
Pero está visto que el destino
ha tramado mal en mi contra,
tramoya fulera que arroja,
con actitud descarnada,
contra fauces hambrientas
cual si nada importara
mis interminables deseos,
de escribir, una vez en mi vida,
tan sólo un poema, 
de amor, 
completo.

09 septiembre 2012

Quizá mirar demasiado 
haga perder la certeza
o transforme los movimientos
en espejismos, juegos de luz,
que engañan la mirada
como pueden los murmullos
confundirse con palabras,
esas que son silenciosas,
quietas, carentes de alas,
aunque si quedan adentro
estallan sin nombrarlas.

08 septiembre 2012


Atardeceres de la infancia,
tirada en el pasto,
sintiendo la gramilla en la espalda,
perdida la mirada tras el vuelo
de las bandadas  que disputan
eternas  batallas en lo alto.
He vuelto al lugar de siempre,
la misma fecha, estación semejante:
el espectáculo no ha variado,
el asombro perdura.
Aparecerá el lucero a la hora exacta,
la luna detrás del monte
y el croar de los sapos.
Estoy aquí,
casi todo vuelve a ser como antes.