La resonancia de los suplicios
El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)
28 octubre 2012
Como
un puñado de estrellas rojas
las
verbenas trepan las piedras
porfiadas,
decididas a vencer el gris,
serpenteando
entre las grietas.
El
río parece alentar
con
su murmullo calmo
la
persistencia de esa lucha:
embellecer
el mundo,
con
su fulgor rojo de vida
cubrir
el mineral inerte.
Tras
el final ¿será puerta,
luz
o espejo?
Puerta
abriéndose
ante
una nueva intensidad
refugio
del miedo,
fuego
consolador,
certeza
de
que la intemperie llegó a su fin.
Quizá
una luz
iluminando
los sueños
que
no pudieron ser.
O
un espejo,
lago
profundo
plenitud
de sombras
noche
sin final
que
nos habita desde siempre.
Una
mirada puede irse
dejando
los ojos desiertos
hasta
el instante justo
en
que decide volver
a
su sitio, el centro de la pupila.
Quedarse,
tranquila,
esperando
la próxima distracción
para
escapar
a
ver el mundo, sola,
sin
el condicionante
de
unos ojos que apenas
sirven
para ver lo concreto.
18 octubre 2012
Con
la terquedad que da
generosamente
la ignorancia
suelen
decirse palabras
que
buscan encontrar sentido
ordenarse
según las reglas vigentes,
fabricar
una canción
o
sólo ser parte de una despedida.
Se
ordenan en una línea
enfrentando el desbande
exploran
vericuetos
eludiendo
la trampa fácil,
no
quieren hacer un verso
prefieren
ser manifiesto
no
discurso de circunstancia
ni panfleto
incendiario,
ya
están mayores para eso.
Ante
el avance descontrolado
se
impone inventar un freno:
horca,
bala o puñal
para
contener la invasión.
10 octubre 2012
La memoria del suelo,
esa sabia diligente,
reconstruye el paisaje arrasado
por la furia del fuego.
Brotan tímidos los yuyos
apenas unos hilos de verde
unas ramita muy frágiles
acarician el negro estéril.
Y la herida se va cerrando,
mientras los árboles crecen
con la calidez del pasto
y el guiño de las verbenas.
Siento envidia del monte
puede borrar sus heridas,
su memoria sanadora quisiera
para poder curar las mías.
08 octubre 2012
La autopista parece el escenario
de una estampida de escarabajos
llevando en su interior,
pequeños,
irascibles seres tratando de llegar primero.
Estampida loca,
esfuerzo inútil,
palabras soltadas sin pensar
azotadas por el viento,
cayendo en llovizna frágil
sobre multitudes sordas,
paredes rotas
o terrenos yermos.
02 octubre 2012
Una serpiente dorada
se escurre entre el follaje
contorno ondulante
silbido apenas oído
callan a su paso las voces
tan sólo queda el silencio
como en el mar una estela
recuerda el paso del barco.
Serpiente dorada de sueños
que suelen soñar los culpables
serpiente presagio de muertes
envidia, belleza, veneno,
camino, perfidia, sendero.
Entre el follaje tupido
se desliza, dorada,
inocente.
Escriben juntos
mi lápiz y su sombra,
apenas alejados
abrazados, no de la mano.
Las líneas verticales,
coincidentes;
las curvas más alejadas;
las horizontales
casi no se ven
o son sólo una imagen
pensada,
no escrita.
mi lápiz y su sombra,
apenas alejados
abrazados, no de la mano.
Las líneas verticales,
coincidentes;
las curvas más alejadas;
las horizontales
casi no se ven
o son sólo una imagen
pensada,
no escrita.
Tras
el inabarcable color de las glicinas,
ojos
pálidos la urraca observa
con
ansiedad manifiesta el desplazarse
de
abejas que se fatigan en la tarde.
Ida
y vuelta, viaje tras viaje
arriesgando
la vida en cada uno,
afrontando
riesgos que no cesan
néctar
y polen, sudor y sangre,
humildes
soldados que batallan
sin
quejidos ni lamentarse
como
suele suceder con humanos,
vidas
expuestas para alimento de rufianes.
Que
cumpla su deseo la urraca, ya,
que
diezme su ejército a los zánganos.