La memoria del suelo,
esa sabia diligente,
reconstruye el paisaje arrasado
por la furia del fuego.
Brotan tímidos los yuyos
apenas unos hilos de verde
unas ramita muy frágiles
acarician el negro estéril.
Y la herida se va cerrando,
mientras los árboles crecen
con la calidez del pasto
y el guiño de las verbenas.
Siento envidia del monte
puede borrar sus heridas,
su memoria sanadora quisiera
para poder curar las mías.
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