Layla. Camarote 17. Primera Clase
Al fin pude quedarme un rato sola. Desde que salimos del puerto, no he tenido tiempo para relajarme y disfrutar este viaje. Lo que pensé al aceptar la invitación del Viejo se me está desdibujando.
Parece que toda la gente en este barco se dedica a actividades que no entiendo ni me interesa en lo más mínimo conocer. Ni un artista conocido, un cantante o por lo menos un polista profesional.
La primera noche, el Viejo se acostó temprano, pero después de esa cena tan aburrida con los franceses que ni siquiera probaron la comida, el vino que me tomé no quería quedarse en mi estómago. Encima la tormenta, llegué a la madrugada en pésimas condiciones.
Pero como él había tomado poco y se durmió enseguida, se despertó con ganas, espero haber sido convincente. Aunque a él no le debe importar demasiado lo que siento, se cree Superman.
Lo pasé mal ese día, la resaca me mató y peor me resultó la compañía. Ahora entiendo por qué tiene que pagar, pequeño presupuesto le supone su miedo a mostrarse solo.
Si por lo menos el tiempo fuese bueno, podría ir a la tercera cubierta a disfrutar de la pileta, pero no para de llover desde hace tres días.
Al Viejo le gusta lucirme en el Casino, pero ya perdió demasiado y la mujer, aunque es bastante confiada, tiene un buen contador y le va a pedir explicaciones por los gastos.
No me gusta este Casino, cada vez que vamos están las mismas personas en los mismos sitios. Los tipos son casi todos demasiado viejos o están bajo custodia, como estoy yo, por supuesto. Pero si alguno estuviera dispuesto o me interesara, seguro nos podríamos hacer una escapadita. O al menos pensarlo, pero no, es deprimente la carga de este barco, voy a empezar a mirar un poco entre la tripulación, en esa zona debe haber un poco más de sangre.
Y todavía faltan quince días para volver, si no encuentro un poco de emoción, en la primer llegada a tierra me hago la estúpida y me rajo.
No me van a creer las chicas que me aburro acá, Marina se cortaría las venas por estar en un lugar así y Johana sería capaz de arrancarse las pestañas de a una por esta cama tan grande, con acolchados dorados, almohadones y dosel, me dijeron que así se llaman estas cortinitas. Cuando les cuente, no me van a querer creer, van a pensar que me robé los folletos en alguna agencia de viajes, pero no, estaban acá, en el Camarote 17, el más lujoso del barco, casi casi el camarote real.
Si en vez de este viejo aburrido me acompañara el Negro, cómo cambiarían las cosas!
Pero no creo que al Negro alguna vez le alcance para pagar algo así, capaz que si se sube a un barco como este ni siquiera lo disfruta, estaría todo el tiempo ocupado en encontrar relojes o billeteras, esas de cuero que tanto le gustan. Se sentiría como un chico en una juguetería, capaz que termina el viaje en alguna comisaría.
Pobre Negro, tan bueno y caballero, pero no puede con el genio, en seguida le pinta el sufrimiento de cuando era chico y tiene que agarrar algo valioso para no entrar en pánico. Debería tener un reloj que fuese de él, así no necesita sacárselo a otro, no se le debe haber ocurrido, él siempre me dice que quiere dejar de tocar las cosas si no son de él. Si el Viejo se descuida el último día, le voy a llevar esa billetera de cocodrilo y adornos de oro que el Negro va a valorar muchísimo, y le evitará angustias,seguro se va a poner contento. Y cuando el Negro está contento, Layla mucho más...
Pero así son las cosas, parece que no se puede tener todo en la vida. Tendré que bañarme, ponerme mi mejor ropa y mi mejor cara para que el Viejo no me joda.
Mucho brillo, mucho dorado, aunque me esté muriendo por dentro.
Al fin pude quedarme un rato sola. Desde que salimos del puerto, no he tenido tiempo para relajarme y disfrutar este viaje. Lo que pensé al aceptar la invitación del Viejo se me está desdibujando.
Parece que toda la gente en este barco se dedica a actividades que no entiendo ni me interesa en lo más mínimo conocer. Ni un artista conocido, un cantante o por lo menos un polista profesional.
La primera noche, el Viejo se acostó temprano, pero después de esa cena tan aburrida con los franceses que ni siquiera probaron la comida, el vino que me tomé no quería quedarse en mi estómago. Encima la tormenta, llegué a la madrugada en pésimas condiciones.
Pero como él había tomado poco y se durmió enseguida, se despertó con ganas, espero haber sido convincente. Aunque a él no le debe importar demasiado lo que siento, se cree Superman.
Lo pasé mal ese día, la resaca me mató y peor me resultó la compañía. Ahora entiendo por qué tiene que pagar, pequeño presupuesto le supone su miedo a mostrarse solo.
Si por lo menos el tiempo fuese bueno, podría ir a la tercera cubierta a disfrutar de la pileta, pero no para de llover desde hace tres días.
Al Viejo le gusta lucirme en el Casino, pero ya perdió demasiado y la mujer, aunque es bastante confiada, tiene un buen contador y le va a pedir explicaciones por los gastos.
No me gusta este Casino, cada vez que vamos están las mismas personas en los mismos sitios. Los tipos son casi todos demasiado viejos o están bajo custodia, como estoy yo, por supuesto. Pero si alguno estuviera dispuesto o me interesara, seguro nos podríamos hacer una escapadita. O al menos pensarlo, pero no, es deprimente la carga de este barco, voy a empezar a mirar un poco entre la tripulación, en esa zona debe haber un poco más de sangre.
Y todavía faltan quince días para volver, si no encuentro un poco de emoción, en la primer llegada a tierra me hago la estúpida y me rajo.
No me van a creer las chicas que me aburro acá, Marina se cortaría las venas por estar en un lugar así y Johana sería capaz de arrancarse las pestañas de a una por esta cama tan grande, con acolchados dorados, almohadones y dosel, me dijeron que así se llaman estas cortinitas. Cuando les cuente, no me van a querer creer, van a pensar que me robé los folletos en alguna agencia de viajes, pero no, estaban acá, en el Camarote 17, el más lujoso del barco, casi casi el camarote real.
Si en vez de este viejo aburrido me acompañara el Negro, cómo cambiarían las cosas!
Pero no creo que al Negro alguna vez le alcance para pagar algo así, capaz que si se sube a un barco como este ni siquiera lo disfruta, estaría todo el tiempo ocupado en encontrar relojes o billeteras, esas de cuero que tanto le gustan. Se sentiría como un chico en una juguetería, capaz que termina el viaje en alguna comisaría.
Pobre Negro, tan bueno y caballero, pero no puede con el genio, en seguida le pinta el sufrimiento de cuando era chico y tiene que agarrar algo valioso para no entrar en pánico. Debería tener un reloj que fuese de él, así no necesita sacárselo a otro, no se le debe haber ocurrido, él siempre me dice que quiere dejar de tocar las cosas si no son de él. Si el Viejo se descuida el último día, le voy a llevar esa billetera de cocodrilo y adornos de oro que el Negro va a valorar muchísimo, y le evitará angustias,seguro se va a poner contento. Y cuando el Negro está contento, Layla mucho más...
Pero así son las cosas, parece que no se puede tener todo en la vida. Tendré que bañarme, ponerme mi mejor ropa y mi mejor cara para que el Viejo no me joda.
Mucho brillo, mucho dorado, aunque me esté muriendo por dentro.