La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

05 agosto 2009

Madrugada

Cuando al fin se fue el último borracho, pude sentarme un rato. No sé si vale la pena todo el tiempo que paso en este bar, pero por ahora no puedo pensar en hacer otra cosa. No sería capaz de trabajar para un patrón, pero a veces me cuesta mantener quietas las manos o cerrada la boca para no perder algún cliente molesto. Total, por más que molesten, son sus billetes los que dan de comer a mis hijos. Y parece que cuanto más gastan más estúpidos se ponen. Aunque hay algunos que no necesitan beber para ser una escoria. Como ese infeliz que no sé qué pleito quería evitar con Nelson y Bunny. Hay algo que no me gusta en ese tipo, tal vez sea que es blanco y trata de hacerse el amigo, pero le noto algo huidizo en la mirada, una especie de olor a cobardía que lo envuelve.
Y claro, no es fácil ser valiente con Bunny y Nelson borrachos mirando con ganas a la mujer que está con vos. Nunca entenderé a los tipos así que se esconden en mi bar. Tal vez sólo sea parte de un camuflaje que llevan para tratar de ser lo que nunca serán.
Hoy han quedado más vasos rotos que de costumbre, tendré que hacer algo al respecto, aunque son baratos algún día me olvido de comprar, se acaban a la madrugada y deberé dejar que todos beban de las botellas o cerrar. Y a la madrugada es cuando más vendo. Más tarde hablaré con Ted, él hace años que está en el negocio, le voy a preguntar cómo lo maneja.
Debería tomarme un par de días de descanso y dedicarme a recorrer bares, quizá pueda tomar alguna idea para este; a veces creo que hay demasiada rutina acá, falta algo de acción, algún cambio para traer clientes nuevos, algunas caras ya empiezan a hartarme.
Y estas sillas, no sé por qué diablos las elegí, ni me acuerdo cuándo fue la última vez que hice tapizar los sillones, pero debo haber estado un poco loco, es demasiado lujo para este barrio, para colmo es difícil limpiarlos sacarles los olores que a veces se les impregnan.
Podría reformar un poco el salón, quizá ubicando a los músicos frente a la puerta alguno que pase por la calle se siente tentado a entrar.
O hacer una nueva selección de camareras, estas se están poniendo un poco viejas, aunque con los años se les mejora el carácter y exigen menos sueldo, porque les dan mejores propinas y tienen miedo a perder el empleo. Debe ser la única compensación que les queda, las propinas generosas de los habitués, este es un trabajo de mierda para las mujeres si quieren hacer una vida un poco normal. Pero se acostumbran, y yo me he acostumbrado a ellas, ya nos entendemos por miradas, ellas me avisan si alguien quiere pasarse de listo o hacerse el héroe.
Este piso es un asco, tiene tantas manchas que parece un mapa antiguo, pero para cambiarlo debería cerrar al menos una semana y no puedo hacerlo.
Tengo que acordarme de llamarlo a Tom para confirmar si vendrá el viernes, es bueno contar con él para hacer más llevadera la noche. Pareciera que su voz tranquiliza a la gente, hay menos peleas mientras él canta.
Ya casi termino acá, me tomo un café y llegaré a casa justo para llevar a los mellizos al colegio.