La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

11 julio 2009

Sofía

¿Por qué la monja Teresa me hace guardar medias ahora, si las chicas están en el patio jugando?
Seguro la Peti y la Zulli están riéndose de mí, a ellas nunca las mandan a trabajar o a lavar los platos, y eso que se portan peor que yo.
Para colmo, hoy me parece que la monja está más loca que ayer, la deben haber retado a ella por algo, o se quedó dormida y llegó tarde al rosario, a la Super no le gusta que lleguen después que ella empezó, dice que la confunden y se olvida si va por el noveno avemaría o tiene que empezar el gloria.
También, tantos rosarios que rezan, capaz que alguna vez se equivocan y rezan de más. Pero eso no debería importarles mucho, si están acá es que les gusta rezar.
Pero cada vez que la Tere se enoja, la que la liga soy yo, ella no me quiere, debe ser que ya estoy más alta que ella, y le molesta tener que mirar para arriba cuando me reta.
Y hay tantas medias en esta caja, parece que hace semanas que las monjas no las guardan. Hoy voy a ordenarlas bien, pero si otra vez la Tere me pone en penitencia sin motivo, voy a armar los pares con las medias cambiadas: una cortita de la Tere y una estirada de la Antonia; una nueva de la Hermana Helena y una desteñida de la Isa; una de invierno de la Super con una de la Tere.
Sí, ya sé lo que haré la próxima. Se va a arrepentir la Tere de mandonearme porque sí. Por más medias que me dé, yo ya soy más alta que ella, y sigo creciendo.

Teresa

Oye tú, a ver si te apuras con esas medias y dejas de mirar para todos lados, con esa cara de mosca muerta que no te sienta.
Estás todo el tiempo fastidiando y dándole a la lata, te crees que no me doy cuenta que os reís de mí, que siempre estáis hablando a mis espaldas, que os burlais de todo lo que hago, tú y tus compinches. Sé que fuiste tú la que organizó todo el jolgorio anoche en el pensionado, estuve oyendo que hablabais y reiáis después de apagadas las luces.
Pobre niña, te crees muy inteligente mientras estás aquí, pero quisiera verte si hubieras sido niña allá en mi pueblo, que en España a los que son como tú los doman de pequeños, nada de llantos ni remolonerías, a levantarte temprano, trabajar y obedecer a los mayores sin chistar, qué tanta bobería con los derechos del niño.
No, niña, estás muy confundida, tienes suerte de que acá esté yo para hacerte saber cuál es tu lugar, para que aprendas y sepas ser lo que seguramente serás: una buena sirvienta en la casa de una familia respetable y católica, de esas familias en serio y no como la tuya, que te dejó acá y a poco se olvidó de ti y de tu miserable vida.

Amanda

Mi queridísima Sofía, te escribo estas pocas líneas que tal vez nunca lleguen a tus manos, pero necesito sentir que puedo hablar con vos, aunque sea un ratito. Imagino que estarás hermosa como siempre, espero que aún me recuerdes y que sepas perdonarme por haberte dejado en ese Hogar. Pero son circunstancias que no elegí, la vida muchas veces es cruel y los adultos no somos invencibles ni perfectos, algunas veces nos rendimos y otras tantas nos equivocamos.
Hubiese querido volver pronto a buscarte, pero cada día tengo menos fuerzas para empezar de nuevo. Por las noches me prometo hacerlo, y por las mañanas vuelvo a perderme.
Te extraño tanto, mi muñequita de ojos oscuros, espero que volvamos a estar juntas un día, antes de que la tarde se vuelva noche definitiva para mí.
Mamá