La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

12 junio 2015

mirada fija en la noche
anhelo de estrella fugaz
como un pescador paciente
horas esperando
se agite la boya
indicando que el engaño
ha sido vencedor.

mirada de pescador hacia la noche
tanteando estrellas
inmutables en su sitio
tentándolas a caer
queriendo engañar la luz
cielo de agua quieta
negritud sin final.

construcción paradojal  el faro
ubicado en un sitio
en el que es seguro
no existe nada.

solo rocas
aves aburridas
cangrejos
y espuma.

una luz advirtiendo
al viajero que no  llegue
un silencio frente al viento
que aúlla.

desde el faro
desde lo alto
puedo ser luz que aleja
puedo ser sirena que espanta.

desde el faro
desde lo alto
todo el cielo que abruma
todo el mar que no cesa
de ser inmensidad

Francisco Terráneo

Cuando las profecías que vaticinaban catástrofes acompañando al nuevo siglo demostraron ser erróneas, partió de su tierra con rumbo tan incierto como el desastre que no fue.
Ya no podía habitar en su pueblo de montañas y nubes, de olivos añejos y pan esquivo.
Días de mar y tormenta, noches de miedo y hambre, penuria que no por compartida era menor.
El mar arrastrándolos, cubriendo el llanto, el olvido de lo abandonado. El sol ardiente presagia otra vida, el viento lo arrasa todo, hasta la esperanza.
Un puerto abarrotado de voces y gritos, de mentiras, engaños y promesas.
Días y kilómetros, no es el mar que enceguece, es el campo inabarcable, es el viento que no cede.
Ya no es el cielo en las montañas, las estrellas son mas cercanas.
Cuatro estacas indicaron el sitio, tu isla en este mar de pajonales.
Cinco hijos le diste a esta tierra, tercos y duros como vos.
Se santiguan los paisanos ante tu tumba, te piden fuerzas.
Dicen a sus hijos: respeto, aquí reposa un hombre que con sus manos pudo doblegar a un toro.

Entre vapor de ollas y silbido de agua hirviendo, casi sin moverse, Lee reina en su cocina.
Pocas palabras, en un idioma que no logra sentir familiar.
Comidas listas, casi siempre las mismas, casi siempre las que se espera que cocine un cocinero oriental cargado de años.
Qué piensa el cocinero mientras trabaja, qué hace cuando llega la noche, qué hace cuando está a solas.
Lee guarda secretos.
Lee se esconde tras el cocinero oriental.
Trata de desentrañar secretos, tiene una vida oculta tras de las ollas: entender si es orden o es deseo lo que el creador entregó a los hombres, contenido el secreto en una sola palabra: timshell.

El verano está siendo implacable. La siesta calla los sonidos, los animales respiran fatigados y apenas se agitan algunas hojas en los álamos de la entrada.
El maizal cerró sus hojas, los girasoles desfallecen.
Caminando pausado, Martín va hacia el galpón y abre la puerta de madera pesada y oscura.
Piensa que deberá cambiarla o en algunos años se requerirá  demasiado esfuerzo para moverla.
Mira sin prestar atención la estiba de bolsas de alimento para los animales, los tambores de plaguicidas, un apero que quedó colgado hace mucho, junto con freno, bozal y látigo.
Los tirantes que resisten los años atraen su atención como siempre, puede sentir el viento que pasa entre las ramas de esos árboles, el murmullo delas hojas, la altura imponente, la perfección de los troncos.
Va hacia el auto, le da arranque y sale.
Algo ha cambiado: la ansiedad contra la que lucha minuto a minuto se va transmitiendo de modo casi instantáneo desde sus dedos al volante, el motor, los neumáticos.
Un arma letal ha salido a la ruta.

sueño algún día vestir
un impecable vestido
hecho totalmente de espejos
que quien llegue a mí
vea su rostro 
su mirada en el reflejo.

un vestido de espejos
para pasar desapercibida
un bosque entre árboles
una calle en la ciudad
por la noche cielo de estrellas.

un vestido de espejos
impecable
perfecto
tan solo un riesgo
trizarme ante el fuego.

luz pálida entre la bruma
cazador perdido
presa que no fue
la voz no dicha
muere por dentro
terror asfixiado
en la palabra muda

despertar calmo
párpados quietos 
como quien ya no sueña 
nada

una luz pálida
se distingue en la bruma
un cazador perdido
presa que no fue

voz no dicha
muere por dentro
instante hueco 
de palabra muda

Agarro una palabra
guacha
descarriada
pasa a mi lado
hurga mi mochila 
y pasa