La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

26 diciembre 2012

Una verbena florece 
sobre el cemento,
demostración viviente
de que es posible resistir
sin perder la belleza.

Siempre vuelve
un río en mis sueños.
Caudaloso, de orillas verdes.

19 diciembre 2012

Suenan campanas a duelo.
Una lágrima
despidiendo un recuerdo.

Busco la palabra que nombre 
de manera precisa y clara
ese sitio donde se aloja el dolor
en aquellos que no creemos
en la existencia del alma.

17 diciembre 2012

Regresa siempre 
en mis sueños un río
caudaloso, riberas verdes.
Por momentos 
nado en esa corriente,
por momentos 
sólo miro desde lejos,
veo cómo nado 
en las aguas claras.
Se reitera el sueño, 
aparecen personas
a veces conocidas 
o tan sólo recuerdos
de rostros vistos 
en anteriores sueños.
Cada noche duermo 
esperando encontrar 
un camino, 
señales que permitan,
alguna vez , llegar al río
que en las noches sueño.







16 diciembre 2012

Aleteo
de mariposas grises.
Como si la melancolía
se estuviese volviendo tristeza.

Luz que hiere 
sin piedad a lo débil,
en el punto exacto
de mayor fragilidad.

13 diciembre 2012


El poema nace en ti
mientras me lees.
Desde el lento divagar de tu mirada.
Y si en ti de repente no surgiera
no habrá nacido aún
y yo 
        - en cambio-
                            sólo habré acumulado
                                                           palabras muertas.


( Buenos Aires, gris y café. Martín Jaime)


La tristeza sigue.
Aunque brilla intensamente 
el lucero de la tarde.

Acuna mi infancia
un abrazo tenue
de río y cielo
de lluvia y silencio

12 diciembre 2012


En la cocina de la casa
donde fue feliz mi infancia
estaba el general menéndez
sentado, quieto,
los ojos muertos.
Afuera los compañeros
reían y brindaban
el día iba pasando,
ignoro porqué el festejo
pero yo no podía
apartarme de la imagen
del que estaba
sentado adentro, 
solo,
con un traje negro,
los ojos muertos.
Pregunté a mi madre
quién se haría cargo de él
por qué no se lo llevaban,
ella calló, 
luego suave dijo
"que lo cuiden ellos,
su familia,
no ensuciaré mis manos
por un ave negra"
Por momentos grité
uno y mil insultos
igual los compañeros,
llegó la noche
y él seguía inmóvil,
en una silla 
quieto 
esperando qué,
los ojos muertos.
Sólo un instante
extremadamente breve,
sentí piedad,
aunque odié verlo
invadiendo mi casa
trastornando mi sueño.
Despierta, 
no logro olvidar
haberlo visto,
sentado, quieto
con un traje negro,
los ojos muertos.



10 diciembre 2012

La inabarcable fidelidad entre perros y linyeras demuestra lo absurdo de la mayoría de las acciones humanas tendientes al acopio e intercambio de bienes.

06 diciembre 2012

En las calles hay olvido
de vehementes tormentas.
Desde las ramas de un árbol
sigue brillando el sol.

(Buenos Aires gris y café, Martín Jaime)

Máscaras ocultas
en una habitación vacía,
preguntando al silencio




Calla la voz 

lo que el cuerpo grita.

Si tan sólo un abrazo 

pudiera apagar el llanto,

calmar el dolor...

Sólo un trazo,
frágil,
para sellar el Misterio


Me alejo de las palabras
que conduzcan a justificar
las razones misteriosas
por las que transita la razón.
Ciencia, religión, azar
nombres igualmente embusteros
caminos difusos
espejos deformes
que devuelven 
ampliados los miedos,
sólo máscaras
ocultando una habitación vacía
una pregunta en silencio.

Hartazgo
de conductas mediopelos
de egoísmos variopintos.

Empecinado
el jazminero sigue dando flores
en la casa abandonada.

03 diciembre 2012


Me ha sucedido recientemente
que me cruzo por las calles
con rostros de personas muertas,
algunas veces van caminando
o conduciendo un auto
e incluso vi uno el sábado, 
cuando atardecía, 
estaba vendiendo panchos
en un puesto de la plaza.
Esos rostros me miran
no sé con qué propósito,
si tratan de decirme algo
una advertencia o saludo
mostrar que aún están
o pedir una ayuda.
Pienso cuando veo esos rostros
quizá estén equivocados al mirarme,
si para ellos yo existo,
ellos no existen para mí.
Si traen un mensaje deberían 
dirigirse a quien los escuche
tenga interés en conocer
los rumbos que recorren ahora;
parece no hubieran alcanzado nivel alguno
de conocimiento o percepción,
eso los alejaría,
en mis ojos se nota
mi nula inclinación a creer
y mi escaso interés en descubrir
la existencia de un posible retorno.
Disculpas si lo expresado
pudiera sonar como ofensa