Calla la voz
lo que el cuerpo grita.
Si tan sólo un abrazo
pudiera apagar el llanto,
calmar el dolor...
lo que el cuerpo grita.
Si tan sólo un abrazo
pudiera apagar el llanto,
calmar el dolor...
El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)
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