La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

24 septiembre 2010

Flores de loto
palideciendo suaves
al amanecer.

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Viento sureño
memoria pálida
del frío polar.

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El kitasato
bajo un erlenmeyer
desangra cristal.

22 septiembre 2010

Las flores, muertas,
imploran al rocío
un alma nueva.

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Palabra dicha
inexorablemente,
flecha de muerte.

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Huracán
remordimiento atroz
del fuego.

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Silencio quieto,
palabra acallada,
paz infinita.

20 septiembre 2010

Canta Cecilia entre los árboles y los lagartos, un canto triste con sonido de luz.

Sonríen los manzanos al oír su voz bella y firme, ondulando lenta,
perdiéndose entre una sombra y un relámpago, subiendo por la estela suave de la luna oculta tras la niebla de Octubre.

Canta Cecilia y cada nota resuena profunda entre las montañas, espantando fantasmas y llamando ángeles,
los que aún tañen arpas en el cielo y los que cayeron al destierro por haber querido saber, y hoy sólo pueden brillar si una voz les abre las puertas que les permiten sentir.

Cantó Cecilia al nacer, cuando aún no sabía del amor, cuando ignoraba el olvido, las partidas y los regresos.
Y cuando canta al atardecer, bajo los cerezos,
ella sueña y vuela,
vuela mientras canta, porque será siempre su canto el que la deje volar.

Canta Cecilia en el monte,
tigres y serpientes,
babuinos y garzas la oyen.
Se alarga una nota, son puñales de acero chocando en el aire,
estampido de sones que van fluyendo lentos hasta ser como agua,
hasta ser como miel,
hasta ser como lava.

Explota el silencio,
nieve que teme ser expuesta ante el sol, para expirar entre cristales,
extrañezas del ciclo elemental,
exiguo despojo de una canción extrañada,
extranjera,
exangüe entre los brazos de un duende,

el duende que acunó cada día a Cecilia,
exiliada en su selva,
expósita eterna,
expulsada del Edén.

Inicio mi huida con paso seguro. He tomado todas las precauciones, conseguí aliados, pagué sobornos. El camino hacia la puerta comienza a recorrerse al tomar la determinación de caminar, y yo hace tiempo que la he tomado.
Luego, conseguir que me crean los demás que yo no soy como ellos, a pesar de que me visto como ellos, vivo con ellos, hablo con ellos. Pero lo que ellos no saben es el motivo por el cual yo estoy acá.
Cuando me creyeron, luego de cinco años de decirles lo mismo cada día, supe que me ayudarían.
Cubrirán mi ausencia ante los guardias, que ahora están como faltos de reflejos. Tal vez sea el exceso de anabólicos o la falta de convicción, pero cada vez se descuidan más.
Y yo no soy como los demás, a mí no me hacen tragar toda la medicación, yo sé cómo escupir esas pastillas de las noches y las mañanas.
Cuando me haya ido, la voy a extrañar a Rubí, pero ella está muy débil, le hizo mal quedarse toda la noche en la nieve. Al principio parece que el frío no te hace nada, pero te va adormeciendo de a poco, hasta quitarte la voluntad de resistir. Y nadie puede sobrevivir acá sin eso, ni siquiera Rubí, con lo fuerte que es. Pero seguro que podré volver a buscarla, ella siempre habla del mar, seguro que querrá vivir cerca de la playa. Acá a veces podemos sentir el olor del mar, pero no es lo mismo, lo bueno es poderlo ver, todo el tiempo que uno quiera.
Ya llegó la hora. Paso a paso, voy hacia la puerta. Mi plan es perfecto. Cierro mis ojos y siento que ya estoy afuera.

11 septiembre 2010

Se acompasa el viento entre las ramas del olivo. Una paloma insiste en sacarse de debajo de las alas los piojillos que la atormentan. El día aparece brumoso, con polvo en suspensión y un dejo de olor a humo que llega desde los campos del Sur, que ardieron durante la tarde de ayer.
Una pared resquebrajada resiste el embate de los años y logra perdurar por la ineficiencia de quien debiera ordenar su inmediata demolición, antes de que sea demasiado tarde y algún trozo se desprenda sobre la cabeza de los chicos que pasan sus recreos jugando a la pelota en ese patio, como un torbellino de energía que se libera en pulsos periódicos durante las tardes.
Y era una tarde como esta cuando Paco decidió que no le importaba seguir sobrio.
Para qué, decía Paco, estar sobrio para lo único que me sirve es para estar despierto, esperando que pasen las horas para poder tachar con una cruz otro día en el almanaque ese que me dieron.
Parece un cementerio el mes de Julio, lleno de cruces, de Lunes a Domingo, desde la primera hasta la cuarta semana.
Voy a llenar el año de cementerios, decía Paco, no quiero que pase eso, me voy a sentir culpable por haber llenado de cruces la vida de mi barrio, voy a matar cada día que vaya pasando, qué pensarán de mí los chicos que quieren vivir en un lugar donde las tardes sirvan para jugar a la pelota.
Y en los cementerios no se puede jugar a la pelota, siempre llega algún cuidador que nos reta y nos dice que tengamos respeto por los que están descansando allí, y nosotros no conocemos a nadie que descanse tanto, sería bueno que descansen los cuidadores así podríamos jugar a la escondida, hay muchos lugares para esconderse en un cementerio, pero a la tardecita da un poco de miedo, sobre todo si empiezan a cantar las palomas o si vuelan en esas bandadas inmensas que hacen ruido con las alas, parece que fueran espectros que vienen llegando a ocupar los lugares en donde han quedado sus cuerpos.
Pero no son bandadas de espectros, son sólo bandadas de palomas que van a asentarse, una a una, entre las ramas del olivo, para dedicarse, meticulosamente, a sacar uno por uno los piojillos que las atormentan cuando el sol les calienta las plumas.
El viento del Sur insiste en hacer volar nubes de polvo sobre los médanos, mientras se escuchan los chasquidos leves de las llamas al alcanzar las cañas altas que crecieron durante el verano.