La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

20 septiembre 2010

Inicio mi huida con paso seguro. He tomado todas las precauciones, conseguí aliados, pagué sobornos. El camino hacia la puerta comienza a recorrerse al tomar la determinación de caminar, y yo hace tiempo que la he tomado.
Luego, conseguir que me crean los demás que yo no soy como ellos, a pesar de que me visto como ellos, vivo con ellos, hablo con ellos. Pero lo que ellos no saben es el motivo por el cual yo estoy acá.
Cuando me creyeron, luego de cinco años de decirles lo mismo cada día, supe que me ayudarían.
Cubrirán mi ausencia ante los guardias, que ahora están como faltos de reflejos. Tal vez sea el exceso de anabólicos o la falta de convicción, pero cada vez se descuidan más.
Y yo no soy como los demás, a mí no me hacen tragar toda la medicación, yo sé cómo escupir esas pastillas de las noches y las mañanas.
Cuando me haya ido, la voy a extrañar a Rubí, pero ella está muy débil, le hizo mal quedarse toda la noche en la nieve. Al principio parece que el frío no te hace nada, pero te va adormeciendo de a poco, hasta quitarte la voluntad de resistir. Y nadie puede sobrevivir acá sin eso, ni siquiera Rubí, con lo fuerte que es. Pero seguro que podré volver a buscarla, ella siempre habla del mar, seguro que querrá vivir cerca de la playa. Acá a veces podemos sentir el olor del mar, pero no es lo mismo, lo bueno es poderlo ver, todo el tiempo que uno quiera.
Ya llegó la hora. Paso a paso, voy hacia la puerta. Mi plan es perfecto. Cierro mis ojos y siento que ya estoy afuera.