borró las rejas
derrumbó los muros,
alumbró la memoria.
El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)
Para
- Cómo has cambiado de ideas, Manolo!
- Que no, Pepe, que no.
- Que sí, Manolo, que sí. Tú eras monárquico. Te hiciste falangista. Luego fuiste franquista. Después, demócrata. Hasta hace poco estabas con los socialistas y ahora eres de derechas. ¿Y dices que no has cambiado de ideas?
- Que no, Pepe. Mi idea siempre ha sido ser alcalde de este pueblo...
Eduardo Galeano, Patas Arriba
Tengo la sensación de vivir en medio de tantos Manolos en esta época electoral que ya siento una especie de náusea permanente.
Hay personajes que se lo pasan haciendo alarde de su progresismo, se pintan a sí mismos como una especie de reencarnación del Che.
Y el progresismo sólo les pasa por la falta de escrúpulos a la hora de negociar un puesto en una lista. Cualquier lista, con la única condición de que se consiga una buena ubicación.
Posición expectable, la llaman.
Algunos llegan, otros perecen en el intento. No les preocupa, en dos años tendrán una nueva posibilidad de cambio de camiseta, habrán aprendido alguna maña nueva, perdido un poco más de vergüenza, y tal vez lo logren.
Así las cosas, en medio de tanto progresismo de utilería, parece ser que la coherencia ideológica lleva irremediablemente a quienes la sostienen a ser catalogados de conservadores.
Nunca creí que algún día me alegraría de ser llamada con ese nombre...