La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

05 junio 2010

Ondean los girasoles, lentos señalando el punto por el que el sol desaparecerá cubierto por capas sucesivas de nubes blancas, ocres, azules, como los ríos que se deslizan ágiles desde la cumbre de los montes adonde fueron a parar las miradas de ella, la más amada, la más deseada, la más ardiente en la calidez de los vientos, geografía inexplicable que sondea la noche en busca de las palabras que se han ido a encontrar una boca que las diga.
Boca encendida, llameante, flameante espada que destruye ataduras hechas de flores, de sombras, de acero, ataduras rígidas asfixiando las manos que un día dibujaron tu cuerpo con trazos de carbón y carmín, turquesa y ópalo flotando en los sueños que sueñan los insomnes en sus noches blancas de amapola, congoja traída en pequeños cofres de madera y bronce, alucinadas absurdas melodías atravesadas por plumas de aves salvajes en estampida.
A lo lejos te pienso, callada, los ojos cerrados mirando hacia adentro, pequeña pausa para ensayar la muerte, implorada, impetrada, logrado premio para soportar la vida monótona, hueca, vacía, como la tarde, la noche, los días, los naranjos, quizá.