Y si la duda no existe al comenzar de la tarde, cuando todos se empecinan en averiguar el futuro mirando el pasado, que pasó anteayer, comprimiendo doscientos años en seis horas, facilitando la tarea de quienes estudian el pasado en bibliotecas gigantes, nacionales, algunas populares, buceando entre las infinitas páginas, sorbiendo de a poco la sabiduría de antaño, respirando pausado, esperando, se avenga el santo espíritu a disipar sus dudas, conferir la ciencia que permita avanzar, raudos, volátiles, polillas del saber encarnado entre sombras y silencios hacia la fuente de la concordia: todos somos iguales, solidarios, un modelo de felicidad para los agoreros apocalípticos que ocultan luces, amasijan niños, beben la sangre de las doncellas en noches de plenilunio, pero son incapaces de sostener la mirada, si quien los mira ha llegado a entender que, al comenzar de la tarde, no existe la duda.
La resonancia de los suplicios
El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home