Se desmoronan las bolsas se cae el euro la eurozona se parte en mil pedazos de retazos de payasos que repiten fórmulas seguras para aniquilar la esperanza y van a la guerra por ella para imponer la idea de la libertad que no debe necesariamente llevar a la igualdad en la que tal vez algunos habían creído ver la oportunidad de ganar pero luego cambiaron las cosas el tsunami nos igualó ahora todos somos calaveras que dormimos en la ladera de una montaña antes de bajar a la pradera arrastrados por el lodo que lo confunde todo pero que al final cuando los árboles crecen las ramas pueden tapar el bosque de las palabras que sobran para decir lo que ya fue dicho antes de que a alguien se le ocurriera decirlo para tapar con un ruido el silencio tan valioso para llenar hojas y hojas de palabras que ya fueron escritas por otros que tenían algo para decir pero se fueron llorando en el silencio que hicieron sus pares de manos de guantes de zapatos que caminan hacia la ciudad que atrapa a los que llegan los encierra los clasifica los ata y los vende a los que están más allá de este mar que se vuelve negro en medio del día que explotó la plataforma y mueren los corales los delfines las gaviotas y cormoranes que tal vez vuelen al cielo de los cormoranes y qué podrán pescar cuando estén en el cielo se morirán de hambre y bajarán al infierno por escépticos hasta que llegue el invierno y los crucifique por no haber cumplido el mandato que recibieron del dios de los animales que es un poco más dios que el dios de los hombres que van a las guerras en manadas asustadas aullando sus armas para acallar los miedos que tienen de sufrir por su muerte que empieza de a poquito en el día en que nacen las flores que se vuelven girasoles que iluminan los caminos de los viajeros perdidos que huyen del desplome de las bolsas y del euro de la nube de cenizas del volcán de islandia que produce volcanes y música y las gentes no tienen nombre y apellido sólo una serie de letras ordenadas según lo dijo un emperador esquimal que hace siglos vivió y permanece entre la nieve o tal vez se haya subido a la nube de cenizas y ha caído en europa arrastrado por los vientos que no dejan que los aviones viajen para llevar la civilización a todos los rincones del mundo que en realidad no tiene rincones es una especie de esfera aplastada en los polos y que se ensancha en el ecuador cuando maduran los mangos y la fiesta se hace desenfrenada y la gente se horroriza cómo puede ser que los indios tengan petróleo debemos evitar que ellos lo contaminen o aprendan a usarlo se lo vamos a quitar antes que se den cuenta lo llevamos a europa o quizá a tailandia en un expreso tour de viajeros vip que cuidan su salud y evitan contagiarse de enfermedades de mal nombre que tiene pocas letras que se unen en racimos una tras otra en ramillete arracimado para contar las cosas que salen despacio empujándose apenas una a otra desde el interior de un pequeño cañito de plástico semiopaco para luego salir por una punta afilada de metal plateado y decir con voz negra que están aquí y aquí se quedarán porque les gusta estar aquí.
La resonancia de los suplicios
El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)
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