Ulises, cuántas veces he tenido que decirte que no te vayas lejos, salir de casa sin rumbo fijo y además en el barco no puede ser bueno para ninguna pareja y la nuestra ya estaba en crisis.
Cada vez que salía a la puerta, que miraba el horizonte, no lograba verte, ya tu imagen se me desdibujaba, tus ojos me parecía estaban dados vuelta y tu barba era una túnica que cubría tus brazos.
¿Brazos? Parecían columnas del templo de las vestales y ya pensaba que tal vez te habías enamorado de alguna de esas jóvenes que sólo sirven para mantener el fuego encendido.
Y por las noches, las estrellas marcaban un camino que tampoco te devolvía a casa y mis ojos se empezaron a mirar entre sí, por encima de la nariz primero, hasta que hicieron un túnel a través de ella y no paraban de mirarse ni siquiera cuando estaban cerrados.
Han pasado tantos lunes, Ulises, te advertí que no debías demorarte, o en todo caso que trataras de fumar menos para no tener que salir cada noche a comprar cigarrillos y parece que todos los kioscos están cerrados y no te van a abrir por un miserable atado de negros sin filtro y vos aprovechás y todas las noches volvés con alfajores, chocolates y fernet, ya podríamos poner un kiosco en casa, pero claro, no podríamos vender cigarrillos porque te los fumás todos vos, si seguís así es posible que pronto debas trasladarte al hospital para estar más cerca del pulmotor, pero claro, Ulises, vos sos fuerte, tus padres se esmeraron en vos. Tuve que soportar que me miraran con su cara de furia, nunca me perdonaron que te fueras a mi casa, ellos son semidioses y yo apenas una aspirante a reina de belleza, no se les pasó la rabia ni siquiera cuando me eligieron como representante para el concurso en California y lo gané, pero ellos decían que yo no era suficiente para vos.
Hoy ha salido el sol, la luz volvió con tonos turquesa, a lo lejos vi ángeles y después apareciste, como tantas veces, listo para el beso, no perdamos tiempo, te extrañé tanto, besémonos antes de que las nubes se cierren y nos dejen sin aire.
Cada vez que salía a la puerta, que miraba el horizonte, no lograba verte, ya tu imagen se me desdibujaba, tus ojos me parecía estaban dados vuelta y tu barba era una túnica que cubría tus brazos.
¿Brazos? Parecían columnas del templo de las vestales y ya pensaba que tal vez te habías enamorado de alguna de esas jóvenes que sólo sirven para mantener el fuego encendido.
Y por las noches, las estrellas marcaban un camino que tampoco te devolvía a casa y mis ojos se empezaron a mirar entre sí, por encima de la nariz primero, hasta que hicieron un túnel a través de ella y no paraban de mirarse ni siquiera cuando estaban cerrados.
Han pasado tantos lunes, Ulises, te advertí que no debías demorarte, o en todo caso que trataras de fumar menos para no tener que salir cada noche a comprar cigarrillos y parece que todos los kioscos están cerrados y no te van a abrir por un miserable atado de negros sin filtro y vos aprovechás y todas las noches volvés con alfajores, chocolates y fernet, ya podríamos poner un kiosco en casa, pero claro, no podríamos vender cigarrillos porque te los fumás todos vos, si seguís así es posible que pronto debas trasladarte al hospital para estar más cerca del pulmotor, pero claro, Ulises, vos sos fuerte, tus padres se esmeraron en vos. Tuve que soportar que me miraran con su cara de furia, nunca me perdonaron que te fueras a mi casa, ellos son semidioses y yo apenas una aspirante a reina de belleza, no se les pasó la rabia ni siquiera cuando me eligieron como representante para el concurso en California y lo gané, pero ellos decían que yo no era suficiente para vos.
Hoy ha salido el sol, la luz volvió con tonos turquesa, a lo lejos vi ángeles y después apareciste, como tantas veces, listo para el beso, no perdamos tiempo, te extrañé tanto, besémonos antes de que las nubes se cierren y nos dejen sin aire.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home