La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

12 junio 2010

I
No, no estoy en falta. Es el viento que se niega a empujar las velas para que puedas alejarte de estas costas que ya no tienen nada que ofrecer.
O quizá sea eso lo que has imaginado.
Porque aquí están las flores, aún suenan los bronces que guían a la Banda de Arribeños mientras recorren las calles del pueblo. Quedan las miradas asombradas y las palomas que soltaron ayer los internos de la Clínica del Sol.
Hay un rumor subterráneo, sordo, apenas perceptible, que parece quisiera avisar que no ha llegado todavía el momento indicado para que te alejes. Pero nunca has sabido escuchar, y decidiste partir ahora, en este momento en que los vientos han decidido tomarse una pausa, breve o persistente, quién pudiera saberlo...
II
Ni los dioses lo hubieran dispuesto así, para acallar tus ganas de huir: borrar las olas al mar, quitar las nubes del cielo, lustrar los pastos para que brillen en el crepúsculo, abrir una ventana para que ella cante, anudar en tu cuello un relicario, encender tres velas en el altar mayor, tañir lentas las ocho campanadas, como si fuera un día cualquiera, como si no importase que estés aquí, como si fuera lo mismo tu ausencia cuando llegue la noche.
III
Más que nada, el silencio es lo que se siente.
Un silencio frío, bordeado de encajes y de velos negros, un silencio pálido que invade cada sitio donde debiste estar.
Porque a pesar del viento y de la promesa que hicieron los dioses, a pesar de la vida y de la muerte, a pesar de todo, cuando la última estrella se dibujó tras del faro, tu barco partió, rozando apenas la espuma...