Un aire familiar atraviesa el rostro antiguo de la estatua de hojalata que hoy colocaste frente a tu puerta.
Vuelan los gorriones y parecen querer levantarla por el aire, en un intento de conjurar el embrujo del canto del metal.
Los colores se resisten: los verdes se mantienen firmes, no dan lugar al azul y reflejan feroces a los amarillos y rojos.
Estalla la luz en el aire, su sonido atenaza las gargantas de los monjes que deben interrumpir sus salmos porque hoy no es el día del Señor.
Las sombras han ganado la lucha, se enseñorean en tu alma, que parece no podrá soportar el agobio de tanto pesar.
Allá lejos, el agua espera.
Es río, es mar, es océano.
Promesa apenas enunciada antes del amanecer.
El agua, quieta o furiosa, como el aire, como la luz, como el trueno.
El agua, fluyendo siempre, como el tiempo, desde que el tiempo empezó.
Implacable, inasible.
Vuelan los gorriones y parecen querer levantarla por el aire, en un intento de conjurar el embrujo del canto del metal.
Los colores se resisten: los verdes se mantienen firmes, no dan lugar al azul y reflejan feroces a los amarillos y rojos.
Estalla la luz en el aire, su sonido atenaza las gargantas de los monjes que deben interrumpir sus salmos porque hoy no es el día del Señor.
Las sombras han ganado la lucha, se enseñorean en tu alma, que parece no podrá soportar el agobio de tanto pesar.
Allá lejos, el agua espera.
Es río, es mar, es océano.
Promesa apenas enunciada antes del amanecer.
El agua, quieta o furiosa, como el aire, como la luz, como el trueno.
El agua, fluyendo siempre, como el tiempo, desde que el tiempo empezó.
Implacable, inasible.
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