Un aire familiar que lleva a algún lugar pero no a otro, se filtra lento entre las nubes, tratando de alcanzar la copa del nogal. El agua fluye lenta por un lecho de arena y ripio, simulando el cansancio de un reptil.
Se detiene el viento un momento, tibio, acariciando el borde del camino.
Ya es tarde, apenas se ven a lo lejos los bordes de las montañas, que parecen haberse fundido en la oscuridad del horizonte.
Una ráfaga agita el maizal y de pronto se siente un murmullo, una conversación, como si estuvieran rezando un rosario a orillas del cementerio, en una ceremonia tardía, oculta a las miradas herejes de quienes no amaron al difunto.
El aire se desliza lento, silencioso entre los árboles de la avenida. Las luces de la ciudad aparecen como ojos inesperados mirando a los perros, que ladran reclamando a sus dueños.
A la salida de la fábrica, los colectivos se llenan de hombres a quienes la fatiga les ha apagado las almas.
Sonámbulos, regresan.
Se detiene el viento un momento, tibio, acariciando el borde del camino.
Ya es tarde, apenas se ven a lo lejos los bordes de las montañas, que parecen haberse fundido en la oscuridad del horizonte.
Una ráfaga agita el maizal y de pronto se siente un murmullo, una conversación, como si estuvieran rezando un rosario a orillas del cementerio, en una ceremonia tardía, oculta a las miradas herejes de quienes no amaron al difunto.
El aire se desliza lento, silencioso entre los árboles de la avenida. Las luces de la ciudad aparecen como ojos inesperados mirando a los perros, que ladran reclamando a sus dueños.
A la salida de la fábrica, los colectivos se llenan de hombres a quienes la fatiga les ha apagado las almas.
Sonámbulos, regresan.
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