Era una simple visión de lo que no podía resolverse.
Sobre la mesa, el vaso vacío.
Y el silencio de la luna, allá lejos, evitando ser vista por mis ojos ancianos que se empeñan en recordar la historia, plagada de sueños que no pudieron cumplirse. Sueños que apenas gestados tomaron alas y se alejaron tanto.
Aunque, a veces, algunos perfumes dulces traen su recuerdo. Cierro los ojos con fuerza, miro hacia adentro y vuelvo a creer.
Recuerdo la textura del papel de biblia, el sonido susurrante de los velones de la sacristía, la filigrana cerrada de las ventanitas del confesionario, las flores en tu mantilla, negro apenas brillante sobre tul negro, vano intento de ocultar tu belleza, Laura.
Simpre vuelve Laura en estos momentos, como lo hizo cada domingo hace tanto tiempo. Su figura pequeña, la mirada tímida, los pasos rápidos.
Y la culpa milenaria y la cobardía humana, creando un cerco infranqueable, haciéndome creer que la obediencia puede ser una decisión.
Solo, en medio de la noche, las lágrimas gritan mi error.
Sobre la mesa, el vaso vacío.
Y el silencio de la luna, allá lejos, evitando ser vista por mis ojos ancianos que se empeñan en recordar la historia, plagada de sueños que no pudieron cumplirse. Sueños que apenas gestados tomaron alas y se alejaron tanto.
Aunque, a veces, algunos perfumes dulces traen su recuerdo. Cierro los ojos con fuerza, miro hacia adentro y vuelvo a creer.
Recuerdo la textura del papel de biblia, el sonido susurrante de los velones de la sacristía, la filigrana cerrada de las ventanitas del confesionario, las flores en tu mantilla, negro apenas brillante sobre tul negro, vano intento de ocultar tu belleza, Laura.
Simpre vuelve Laura en estos momentos, como lo hizo cada domingo hace tanto tiempo. Su figura pequeña, la mirada tímida, los pasos rápidos.
Y la culpa milenaria y la cobardía humana, creando un cerco infranqueable, haciéndome creer que la obediencia puede ser una decisión.
Solo, en medio de la noche, las lágrimas gritan mi error.
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