La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

28 noviembre 2009

Hoy por la tarde , son las acacias quienes intentan llegar hasta el centro exacto del fondo del remanso en el que se esconde el último de los frutos que, una vez maduros, son capaces de parir unos hermosos elefantitos, azules y violetas.
Hace tiempo que vienen intentándolo, pero se demoran, enredadas entre algunas espumas o viéndose en los espejitos que construyen la arena y la ceniza que llegó en la noche del jueves.
Parece que les molesta un poco el viento, pero yo les dije que no se preocupen, el viento se va ir pronto, no le gusta cómo lo miran ellos ni el sonido con que lo saludan.
Yo he tratado muchas veces de ayudarlas, me gustan tanto las acacias, pero son tercas, se resisten y eso las hace un poco adorables, pero no todos son capaces de soportarlas cuando les da por lanzar esas espinas largas que les crecen entre la corteza y los brotes tiernos. Son bravas las acacias enojadas, me dijo una vez una amiga que las conoció cuando vivía en África. Pero claro, esas son las acacias africanas, las de acá son más mansas, menos agresivas, salvo si una las distrae en sus tareas o cuando les están saliendo las flores, debe ser porque las hormonas se les desequilibran un poco.
Y el río se ha puesto bravo, las correntadas conducen todas a la roca negra, me parece que ha decidido que no dejará que nadie le robe lo que tiene que cuidar.
Pobres acacias, tampoco elllas acunarán elefantitos azules y violetas en esta noche de luna llena.