A veces, por la tarde, la luz se vuelve pálida. Elisa corre las cortinas y cierra las ventanas. En la oscuridad, despierta el murmullo de las cucarachas desplazándose entre los tablones, en los cielorrasos, tras de los zócalos. Esta casa es tan vieja que ya hay más vida oculta que vida a la vista.
La frazada a cuadros, memoria de la época de los viajes a Londres para huir del calor, cubre mis piernas muertas.
La veo a Elisa alejándose, vuelvo a quedar solo. Me duermo y sueño que puedo correr, que somos niños, que no caímos, que papá no la eligió a ella.
Despierto solo, entre sombras.
La luna aún no ha salido.
La frazada a cuadros, memoria de la época de los viajes a Londres para huir del calor, cubre mis piernas muertas.
La veo a Elisa alejándose, vuelvo a quedar solo. Me duermo y sueño que puedo correr, que somos niños, que no caímos, que papá no la eligió a ella.
Despierto solo, entre sombras.
La luna aún no ha salido.
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