La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

02 noviembre 2009

Siempre le gustó vivir en el pueblo al Walter. No le gustaba el campo, no se levantaba temprano ni en el verano. Si no había sol alto, no salía de la pieza. La escuela tampoco le gustaba mucho, la maestra siempre se quejaba. El Walter le daba problema siempre, hasta en los recreos, si no se agarraba a piñas, pateaba a alguno jugando a la pelota o le decía guasadas a las chicas.
Sí, al Walter le gustaban las mujeres desde que era chiquito, lo terminaron echando de la escuela porque había agarrado la maña de espiar por la ventana del baño de las chicas, se enojó fiero el Gringo Pastore, cuando lo supo por su hija, y él era el presidente de la comisión.
La maestra aprovechó para quedar bien con el Gringo y lo echó al Walter, tenía como 10 años pero ya no lo podía controlar. Y me parece que ella lo miraba con ganas al Gringo, pero él no le hacía caso, la mujer lo sabía tener cortito al Gringo, no lo dejaba solo a sol ni a sombra. Buena gente el Gringo, aunque un poco cagador con los piones, si les podía pisar un peso, lo hacía. Pero pagaba siempre, y daba trabajo casi todo el año.
Después, al Walter no le gustó ser peón y se fue a Buenos Aires cuando pudo juntar para irse.
Decía que trabajaba con un taxista y que vivía con la tía de la Rosa, en Claypole. Pero la tía nos contó después que al principio sí, pero que cada vez lo veía menos.
Dice que muchas noches no volvía a dormir, le decía que trabajaba con el taxi. La tía dice que después empezó a venir un amigo que a ella no le gustaba mucho, dice que era compadre y agrandado.
Si el Walter estaba durmiendo, lo hacía levantar y se iban los dos, después el Walter volvía raro, no le hablaba y se acostaba, a la hora que fuera..
A veces el Walter le traía un regalo a la tía, un reloj muy lindo le regaló una vez, parecía de oro, le dijo que lo había encontrado en el taxi, y como era de mujer se lo dio a ella, le dijo que la quería como si fuera su madre, la hizo lagrimear a la tía.
Dice también la tía de la Rosa que una vez se enojó mucho con ella porque le quiso agarrar la mochila de él que la había dejado tirada, ella lo único se la quería guardar, dice que la encontró muy pesada y que hizo ruido como si tuviera algo de fierro adentro. Llevo las herramientas por si se rompe el auto, le dijo el Walter. Puso la mochila abajo de la cama y le dijo a la tía de la Rosa que nunca más la tocara.
Parecía que andaba bien, tenía linda ropa, nueva, hasta una campera de cuero se había comprado.
Pobre Walter, ahora nos venimos a enterar que lo mataron en un asalto a un banco en Buenos Aires. Seguro que había ido a guardar algo de plata, para cuando viniera a fin de año.
Mala suerte el Walter, quedó entre la policía y los ladrones, dicen.