Hasta cuándo crecerán los muros,
hasta dónde.
Aplaude Occidente, relucen fuegos de artificio,
se chocan copas, se estrechan abrazos,
porque hace veinte años un muro
cayó a pedazos porque ya no servía.
Era un símbolo, no una barrera,
un muro pequeño,
entre dos partes tan poco distintas.
Mientras, día tras día,
con todo el impulso del odio y del miedo,
la cobardía y la infamia,
crecen gusanos insomnes,
en África, en Asia, en América,
interminables serpientes,
de acero, de concreto, de piedra, de abismo.
Alucinados ingenieros, títeres diseñando alturas,
ancho, resistencia, alarmas,
posibles pasos, puestos de control,
armamento y defensa.
En cada metro el sufrimiento,
como en la China milenaria
monumentos mortuorios cercando moribundos,
aislando lo feo, protegiendo lo inútil.
Y los muros crecen, más fuertes y crueles,
mientras la luz apunta
al pequeño muro que cayó,
a todos los rubios que brindan,
a los consumidores que nacen,
aunque mueran niños,
aunque mueran ríos,
aunque el mundo muera.
hasta dónde.
Aplaude Occidente, relucen fuegos de artificio,
se chocan copas, se estrechan abrazos,
porque hace veinte años un muro
cayó a pedazos porque ya no servía.
Era un símbolo, no una barrera,
un muro pequeño,
entre dos partes tan poco distintas.
Mientras, día tras día,
con todo el impulso del odio y del miedo,
la cobardía y la infamia,
crecen gusanos insomnes,
en África, en Asia, en América,
interminables serpientes,
de acero, de concreto, de piedra, de abismo.
Alucinados ingenieros, títeres diseñando alturas,
ancho, resistencia, alarmas,
posibles pasos, puestos de control,
armamento y defensa.
En cada metro el sufrimiento,
como en la China milenaria
monumentos mortuorios cercando moribundos,
aislando lo feo, protegiendo lo inútil.
Y los muros crecen, más fuertes y crueles,
mientras la luz apunta
al pequeño muro que cayó,
a todos los rubios que brindan,
a los consumidores que nacen,
aunque mueran niños,
aunque mueran ríos,
aunque el mundo muera.
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