La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

05 septiembre 2009

Al amanecer
¿Cuántos más deberemos morir para que no mueran más?
Es extraña la lógica de nuestros jefes, exigir a quienes estamos acá lo que ellos jamás serían capaces de hacer: poner nuestro cuerpo y nuestra sangre para defender lo que ellos quizá no dudarían en entregar, poniendo una firma en un papel con membrete.
Pero eso no es algo que deba preocuparme. Ahora necesito extremar mi vista y mi oído, para avisar si se acerca alguien a los compañeros que ya partieron en busca de posiciones algo más seguras. Al menos ellos deben salvarse, yo ya no puedo moverme, hace rato que mis piernas se niegan a llevarme. Pero he quedado en un buen sitio, desde aquí puedo distinguir cualquier movimiento que se produzca por el norte, desde donde elllos vienen avanzando.
Y cómo avanzan, son varios kilómetros por día, a pesar de nuestra resistencia y de algunas trampas que les hemos dejado.
Si pudiésemos llegar hasta la parte alta de los cerros, las cosas cambiarían, allí conocemos cada lugar y cada escondrijo, hemos crecido entre esas piedras, no como ellos, que vienen desde los llanos.
Aquí estaré seguro hasta que salga el sol, después podrán verme y se acaba mi historia.
Aunque ya van muchos meses en que mi vida ha dejado de ser mía para ser parte de esta especie de cuerpo colectivo en que nos transforma la guerra.
Nunca pensé que llegaría así mi muerte. Pocas veces lo hice, salvo en alguna ocasión cuando moría alguien de mi edad. Pero al instante encontraba un motivo para diferenciarme de quien había muerto, mi final llegaría precedido de signos evidentes que me darían tiempo para resolver mis propósitos, y así partiría, con la satisfacción de haber hecho lo que quise.
Imaginaba escenarios posibles, edad, enfermedad o accidente, familia alrededor o soledad, rostros circundando el féretro o inexistencia de velatorio, si partiría de noche o de madrugada, si sería con sol o bajo la lluvia.
Ahora, tan próximo el momento, tengo pocas alternativas. La única opción posible es el sitio desde el que surgirá el disparo final, si será una mano enemiga la que accione el gatillo o será la mía la que apure ese final.
Empiezo a ver un leve resplandor hacia el este, espero que los compañeros hayan encontrado refugio. Dentro de muy poco, no podré ayudarlos.