Se
me ha vuelto obsesión la
curiosidad por
saber qué sucede con
las imágenes que atrapa ese espejo, ovalado, sujeto
por un marco de
madera oscura poblado
de volutas y
algunas flores, que
amenaza desde el pasillo en
la casa de mi abuela.
He
hallado el modo de
pasar frente a él sin
reflejarme: pegada
a la pared, muy
agachada, casi
arrastrándome, y
cerrando la puerta tras
de mí apenas puedo.
Por
las noches escucho
murmullos, yo
sé que vienen de ahí, hay
gente atrapada entre
cristal y azogue.
¿En
ese lago sin fondo trazarán
estrategias para
poder escapar o
sólo festejarán la
dicha de estar juntos?
Una
noche, cuando
el ruido se hizo insoportable, enloquecida por el insomnio, traté
de asomarme, pero
fue en vano: la
oscuridad había
cegado el reflejo.
A
pesar de eso, creo
haber escuchado, muy leve, una
risa burlona.
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