Brilla el acero, oscuro.
Anhelante.
Como la última mirada
o el primer reproche.
Ya no es el tiempo,
ya fue bastante.
Cuando la noche llegue
cuando venza el sueño
en la mano firme
el puñal certero.
A un costado del pecho
un corazón inmóvil.
Con los latidos muertos
tejeré un velo
para ocultar mi risa
cuando tu tumba se cierre.
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