Como si el tiempo pudiera volver.
O el verano seguir por siempre.
El agua del río ser la misma
cada vez que pase debajo del puente.
O el remanso ser eternamente el mismo,
cascada y paz,
alborozo y quietud.
Cuando la tarde llega o las estrellas se reflejan,
frías y calmas en su profundidad.
Hojas rojizas de álamos en la falda de la montaña,
cálido fuego que se fue tu mirada.
Con tu mirada se fue mi vida.
Tu mirada se llevó mi paz.
Y no me queda ni la furia.
No me queda el enojo de las hermanas de Lázaro.
Sólo el vacío del abrazo no dado.
Silencio que vuela con el viento hasta atravesar los montes.
Hasta calmarse en el mar.
Silencio que ahoga mi garganta, la cierra, la sella.
El dolor es un aullido interminable, reproche a los cielos.
Esos que jamás enviaron a quien tenía las palabras mágicas.
Para que el tiempo pudiera volver.
Para que el amor viva
y el agua refresque toda la sed,
calme todo el dolor.
O quizá Lázaro ya no quiso obedecer.
O el verano seguir por siempre.
El agua del río ser la misma
cada vez que pase debajo del puente.
O el remanso ser eternamente el mismo,
cascada y paz,
alborozo y quietud.
Cuando la tarde llega o las estrellas se reflejan,
frías y calmas en su profundidad.
Hojas rojizas de álamos en la falda de la montaña,
cálido fuego que se fue tu mirada.
Con tu mirada se fue mi vida.
Tu mirada se llevó mi paz.
Y no me queda ni la furia.
No me queda el enojo de las hermanas de Lázaro.
Sólo el vacío del abrazo no dado.
Silencio que vuela con el viento hasta atravesar los montes.
Hasta calmarse en el mar.
Silencio que ahoga mi garganta, la cierra, la sella.
El dolor es un aullido interminable, reproche a los cielos.
Esos que jamás enviaron a quien tenía las palabras mágicas.
Para que el tiempo pudiera volver.
Para que el amor viva
y el agua refresque toda la sed,
calme todo el dolor.
O quizá Lázaro ya no quiso obedecer.
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