La resonancia de los suplicios

El suplicio penal no cubre cualquier castigo corporal: es una producción diferenciada de sufrimientos, un ritual organizado para la marcación de las víctimas y la manifestación del poder que castiga, y no la exasperación de una justicia que, olvidándose de sus principios, pierde toda moderación. En los "excesos" de los suplicios, se manifiesta toda una economía del poder. Michel Foucault, Vigilar y castigar, Siglo XXI editores, Buenos Aires (2002)

Nombre: blanconegro
Ubicación: Argentina

13 octubre 2011

1-
Últimamente se ha vuelto una obsesión, casi como si su destino o incluso su respiración estuviesen encadenados a ese detalle al que accedió casi por casualidad, riéndose al principio y enredándose cada vez más estrechamente después, entre esas redes pringosas, frágiles quizá para voluntades más fuertes pero no es el caso para él, hijo único que creció a la sombra ilustre de una madre abnegada, judía para más datos pero nacida en los bordes de esa isla, piedra, roca árida que es Sicilia. Y fue supliendo la presencia constante de la madre sombra por esa página que cada día le da las indicaciones precisas para orientar sus horas, que hasta entonces sólo necesitaban del soporte del despertador que está al borde de su cama.
2-
Son las seis treinta y cuatro minutos cuando mira de reojo el reloj despertador, luces rojas sobre fondo negro, parpadeantes, claridad difusa de un amanecer que aun no llega.
Es Junio, el frío arrecia, quizá haya nieve o el pronóstico no habrá acertado. La mirada que dirigió hacia el reloj es para decirle que ya está despierto, que fácilmente podría prescindir de él y del estrepitoso Himno a la Alegría que desgrana a las seis y treinta y cinco para que se levante y empiece el ritual diario.
Pero hoy es sábado, el Himno a la Alegría no va a ser escuchado porque no necesita levantarse, vestirse ni partir hacia la parada del colectivo, subir al 67, viajar parado cuarenta y ocho minutos exactos, bajarse en Cabildo y Berutti, caminar siete minutos y medio para llegar ante su escritorio, saludar a Gutiérrez que llega antes y sentarse ante su PC. No, hoy es sábado y el ritual es otro.
3-
Sus párpados lo traicionaron, no obedecen sus órdenes y se niegan a despegarse. Cuando lo logra, busca el salvavidas a su lado. Necesita saber qué hora es, está entrando una inesperada claridad entre los pliegues de la cortina oscura, podría ser un sol de febrero pero no es febrero y si se ve el sol es porque ha dormido demasiado tiempo. Podría ser la claridad de la nieve, pero es necesaria mucha nieve para dar tanta luz y eso no sería posible en esta época y latitud, aquí los copos siempre son frágiles y no llegan a cubrir todo el suelo, sólo se juntan algunos islotes blancos entre el paisaje sucio de este suburbio abandonado por los urbanistas, hace años que nadie se ocupa de la estética y menos aun de recoger la basura o espantar las manadas de perros callejeros que pasean a toda hora, y a veces se resguardan del frío o de la lluvia en el zaguán de su casa.
Ya despierto, mira con horror la superficie completamente negra del visor del reloj, no hay energía eléctrica, su vida quedará a la deriva hasta que logre acceder a la bendición que cada día le entrega su computadora, la guía espiritual que está encerrada en las palabras mágicas, w.w.w.hacetecargo.com. Hasta entonces, día perdido.