Gota tras gota
partieron por el sumidero.
Fueron días de furia
cuando la primera gota,
la de los sueños idos,
partió.
Quedó una marca débil,
en forma de pétalo.
Por la noche,
entre los gritos del viento,
se fue la segunda gota,
la del engaño,
sin dejar huella.
En marzo,
un día de viento norte,
se fue el perdón,
como una llamarada.
Un rastro de ceniza lo atestigua.
Era invierno,
entre las agujas de la helada,
una ráfaga de odio decidió alejarse,
sin ruido casi.
Entre los chispazos azules
de los fuegos artificiales
del último día de ese año,
lo que quedaba del deseo,
se fue.
Hay una tapa oxidada
en medio de la arena yerma.
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