Cuando Zeus creó la vaca, la vaca era tan libre como el aire y era de todos como el aire es.
Pero siempre existe un motivo para alterar los designios del destino, la vaca pecó y entonces dejó de ser de todos.
Como el hombre era mas taimado que la vaca y había sabido ganarse el aprecio de Zeus, que, aunque dios, o por dios obraba de ese modo, con altanería e inseguridad, el hombre lo lisonjeaba y le hacía creerse fuerte, bueno, digo, entonces el hombre lo convenció a Zeus de que las vacas debían ser de él, y para que ellas lo supieran debían estar debidamente domesticadas y encerradas para que no causaran destrozos en los maizales ni destruyeran las hierbas que libremente daban sus frutos, flores, tallos y semillas para que todos vivieran felices.
Así fue que las vacas perdieron su libertad y pasaron a estar presas y a disposición del hombre.
Pero Zeus, para afirmar su intrínseca inseguridad y demostrarle al hombre quién era el que mandaba, expresó con firmeza: "serán tuyas las vacas, pero jamás oses alambrar en los días de tormenta, porque si así lo hicieras, los rayos caerán sobre ti y tu descendencia".
La advertencia fue transmitida de generación en generación, desde los griegos filósofos de todas las escuelas, hasta llegar a los mas pedestres y menos instruidos gauchos, quienes, aun ignorando el origen del mandato, lo cumplen con absoluta fidelidad y sin expresar el menor atisbo de duda...
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home