Me fastidian mis primos pequeños.
Los chicos por gritones y torpes, las nenas por lloronas y tontas.
Y parece que no tuvieran madres, porque las tías llegan y se olvidan de ellos, se pasan las horas jugando a la canasta y hablando de sus trascendentales e insípidas existencias, donde parece vital el conocimiento de la fórmula del perfecto budín o el mejor quitamanchas para que el mantel no delate la borrachera de los impecables jefes del hogar o la primicia acerca del embarazo de la hija de la puritana que vive en la esquina.
Sí, ellas se olvidan de sus hijos y yo debo soportarlos estoicamente.
Antes, los sufría en silencio.
Ahora, he encontrado un arma invencible: "o te callás o va piquete de ojos, zopenco!!!!".
El miedo, los vuelve dóciles.
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