El abrazo del sol sobre la arena mientras las chicharras aturden, monocordes. Ya no será enero tan interminable como cuando no existían plazos y los días eran cada uno igual al anterior y el mismo que el siguiente.
Tardes en el río donde las piedras transforman el suave fluir del agua, mientras las manos ágiles persiguen inútilmente la sombra de las mojarras.
Cuántas veces el grito de triunfo antes de tiempo, transformado en desazón al descubrir que sólo fue un roce, una caricia de escamas entre los dedos ansiosos. Después, idéntica atención a la construcción de nuevos ríos y diques en un islote de arena, como haciendo nuevos mundos para mejorar los antiguos.
Y la mirada nueva, deslizándose por los bordes que día a día se modifican para permanecer inalterados.
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