Motivado por la urgente necesidad de poner punto
final al drama que se abate, insensible, sobre la vida de nuestros
conciudadanos, qué decir, de nuestros hermanos, hijos y padres que día a día
ven obstaculizado el acceso a su indelegable derecho a la felicidad, los aquí
presentes, en número adecuado y en representación de aquellos por quienes hemos
sido elegidos y por los que no han tenido el placer de ganar la elección
también, damos por sancionada, con fuerza de ley, exenta de amparos y cautelares,
y con el fin expreso de ser inmediatamente cumplida, esta ley que ordena a
todos que crean lo que con claridad sus ojos divisan:
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En horas de la
aurora, cada nube será un castillo, un conejo o un rey mago
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Los colores no
tienen límites
-
Las estrellas pueden
ser alcanzadas con las manos en las noches de invierno.
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La luna se
desplaza sobre los árboles hasta el momento en que llegue hasta el filo de la
sierra, se detiene y retorna al lugar desde el que vino.
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Los atardeceres
serán de duración variada, siendo más prolongados en verano para así atrapar
hasta la última gota de sol que entibia el alma e ilumina el corazón.
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Del hielo, poco
puede decirse salvo que le estarán permitidos todos los azules y le será dada
la facultad de migrar, para que lleven esperanzas al desierto, donde serán
ubicados en espacios seleccionados los oasis necesarios para atravesarlo sin
sufrimiento.
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Por este mismo
acto se suprime lo innecesario, lo que debe ser guardado bajo llave o no sea
entendido sin hablar.
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Que las palabras
vuelen, se hagan pájaros o sombras viento, llovizna o escorpión.
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Que la realidad
sea cielo y el deseo, obligación.
Dése
a conocimiento, cúmplase y archívese.
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