Suelen las tardes de otoño
escuchar los murmullos de insectos
que claman por una respuesta
para encontrar el porqué,
especificar el cuándo
o decidir el dónde
encontrarán la razón
que justifique su existencia.
Plegarias de alas, de patas y antenas
se elevan en columnas frágiles,
humo apenas en el aire fresco
mientras ojos en mosaico
indagan sin tregua.
Como un rosario, un angelus
o un via crucis,
una vigilia que sueña amanecer epifanía,
los insectos preguntan,
en tardes de otoño,
como interrogan los hombres
en la víspera de su muerte.
Y, según dicen,
inventan,
suponen
o afirman,
tampoco para ellos
existen respuestas.
escuchar los murmullos de insectos
que claman por una respuesta
para encontrar el porqué,
especificar el cuándo
o decidir el dónde
encontrarán la razón
que justifique su existencia.
Plegarias de alas, de patas y antenas
se elevan en columnas frágiles,
humo apenas en el aire fresco
mientras ojos en mosaico
indagan sin tregua.
Como un rosario, un angelus
o un via crucis,
una vigilia que sueña amanecer epifanía,
los insectos preguntan,
en tardes de otoño,
como interrogan los hombres
en la víspera de su muerte.
Y, según dicen,
inventan,
suponen
o afirman,
tampoco para ellos
existen respuestas.
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